Contra la compasión: acerca de la respuesta popular a la «crisis de refugiadxs»

Traducido desde rabble.org.uk

Un escrito sobre la reciente oleada de compasión que se produjo tras las muertes de los refugiados en llegar a la Fortaleza Europea y porqué los grupos de “solidaridad” tienen que evitar la trampa de apelar a la piedad.

La mayoría de la retorica “pro-migracion” hace hincapié en apelar a la compasión. Los medios burgueses/liberales y los grupos de defensa de derechos humanos siempre intentan llegar al corazón con la esperanza que eso pueda favorecer el apoyo a las “víctimas” migrantes. No obstante las buenas intenciones este enfoque por lo general consigue unos efectos muy limitados, y acaba por hacer sentir las personas más deprimidas, culpables, adormecidas y sobre llevada por lo eventos.

Si la compasión tiene un efecto, es el de generar una cultura de la piedad y de la filantropía :
hacerle un favor a los mas desafortunados. Nosotrxs pensamos de poder ser generosxs con lxs demás para así no pensar en nuestros problemas. Pero es nuestro problema: no solo porqué nos mueve el sufrimiento ajeno, sino también porque nuestras vidas están rodeadas por el colonialismo y el clasismo en miles de formas, porqué para ser parte del sistema de “privilegios y derechos”, negados a los demás, tenemos que aceptar pasivamente los compromisos y la sumisión que el capitalismo nos requiere.

La compasión alimenta la pasividad política: se trata de hacer algo bonito para las personas que están en situaciones difíciles, como por ejemplo llevar juguetes para los niños de las familias en Calais. Estos actos seguramente pueden mejorar momentáneamente la vida cotidiana de estas personas. Pero esta no es solidaridad. Esto no hace nada para cambiar la situación. A través de la compasión y la caridad ya no necesitamos empeñarnos en el asunto; nos basta con liberarnos de nuestra vieja o inutilizada ropa o dando nuestro dinero al “problema”.
Esto hace que no tengamos que reflexionar sobre que el entero sistema de las fronteras, de los estados y del capitalismo es horriblemente opresivo, y nos aplasta; que nuestra liberación pasa a través de la de lxs demás y que se trata de una lucha política que necesita un profundo empeño y de el aporte y participación de todxs.

A través de la compasión, se determina también el lenguaje que empleamos: “víctimas” a cambio de “criminales”, “ser humanos” en lugar de “animales”, “refugiado” en lugar de “migrante”.
El reforzar este lenguaje es un desesperado deseo de que la gente se sienta dolida por los migrantes en la frontera, y hace que se vuelvan el objeto de nuestra ayuda. A la vez cuando utilizamos estos términos reforzamos los discursos meritocráticos y las peligrosas categorizaciones que conllevan.

Matizar los casos más desesperados nos puede conmover, pero al mismo tiempo nos aleja de esas personas; pensamos no poder entender verdaderamente sus dificultades o las extremas situaciones con las que se deben enfrentar. Por ejemplo, muchxs son lxs que pueden sostener que estas personas que sufren son “refugiadxs” no “migrantes” – porqué nosotrxs también podemos migrar para buscar mejores condiciones de vida, pero como privilegiadxs y personas con una vida normal; no nos sentimos refugiadxs y por eso creemos que su lucha no nos afecta.
Claro, deberíamos conocer las diferentes experiencias y vividos de estas personas, pero enfatizando casos excepcionales minimizamos los aspectos que tenemos en común; por ejemplo el hecho que si y cuando lxs migrantes llegan a destinación, lxs más “afortunadxs” aquí se juntaran al ejercito de los esclavos asalariados.

Escuchar constantemente las historias de quien vive en condiciones extremas (sea en la frontera, sea en Siria, sea en Afganistán) nos enseña a conformarnos con lo que tenemos, por muy miserable que sea.
Todo esto sin contar que todas estas injusticias son el producto de un sistema en el cual cotidianamente jugamos un papel con nuestras acciones o con nuestra pasividad.

Todo menos luchar.

Estos son tiempos en que las personas sufren y mueren en las fronteras de la Fortaleza Europea, en números nunca vistos en la historia reciente. Y nosotrxs que hacemos?
“Dar a conocer sus historias”, Hacemos misiones de caridad en los campos de refugiados, compartimos fotos de niños ahogados o de cuerpos amasados en camiones. Pero porqué? Esperamos que alguien haga algo para que nosotrxs no tengamos que hacerlo?
Lo que hacemos es normalizar la cultura de el espectador pasivo, de manera que cuando alguien remarque que es una lucha, la respuesta “más política” será pedir a los gobiernos que encuentren una solución.

Es hora de crecer y ser realistas. A los gobiernos no les importa una mierda. El gobierno no encontrará la “solución”. En caso de necesidad se verá obligado a hacer pequeñas concesiones (como aceptar una pequeña cantidad de refugiados sirios) para poder dar una imagen positiva.
Pero nunca abrirá las fronteras. Debemos dejar de esperar que nuestros falsos padres -el Estado- hagan cosas para nosotrxs.
Llegó el momento de entender que nos toca a nosotrxs.

Reconocer el sufrimiento no es suficiente para acabar con ello. La compasión no cambia las cosas. La historia nos enseña que la única fuerza que puede llevar a un cambio es la fuerza de las personas que luchan contra la opresión.

La fronteras son una lucha: hay que derribarlas donde sea.

Me gustaría preguntar a lxs que hacen obras de beneficencia en Calais en nombre de la solidaridad: ¿cuantxs realmente están luchando contra las fronteras del lugar donde viven? Porqué las fronteras están en todos lados y probablemente también en el lugar donde residen. Las personas que todos los días son deportadas por los agentes de inmigración son las mismas que ya han pasado por situaciones horribles, muy probablemente las mismas que hoy producen tanta compasión.
Los jóvenes afganos que sobrevivieron viajando a través de la Fortaleza Europea, que vieron personas morir en la calle, que fueron retenidos en los campamentos de Calais y que pudieron irse – pues son las mismas personas que detienen en las redadas, y que deporta la oficina de inmigración.
La frontera está en todas partes. Está en las redadas en los barrios cuando amanece, en los CIE como el Electric House a Croydon; está en los centros de registro de migrantes como la Becket House en London Bridge, está en los centros de detención como Harmondsworth, y en los centros de deportación de familias como en el de Cedars, está en algunas de las empresas multimillonarias que gestionan aquellos lugares, como la Mitie o la G4S, está en las empresas que ofrecen los servicios de escolta de detenidxs, como Serco y WT Tours.

Así que ya está con la compasión; empezamos a destruir lo que nos destruye!!!!

Traducido por TKDK desde el blog londinense Rabble.org