Nietzsche y su crítica al cientificismo en la actualidad.

Extraído de la revista regresión

La Naturaleza
El Universo, la Naturaleza, ha existido desde hace millones de siglos, los cambios que se han dado en lo desconocido se pueden medir en proporciones monstruosamente gigantescas o muy mínimamente pequeñas, en ese proceso de cambio o de transformación no está para nada incluido el ser humano racional, quien con su arrogante inteligencia cree ser el centro de ese Universo, ¡qué gran equivocación tan horrenda y penosa!
Nietzsche, en su texto Sobre la verdad y mentira en sentido extramoral, expone puntos interesantes respecto a las construcciones conceptuales generadas por el impulso de la verdad antropomórfica, pero no solo eso, si no que el autor hace ver el intelecto humano como inútil y efímero ante la Naturaleza.
Nietzsche hace ver a la Naturaleza como una realidad total, la verdad Verdadera, la incógnita no conocida por el ser humano, y hecha a la basura todo idealismo y falsedad creada por el hombre y sus conceptos racionales.

“La Naturaleza no sabe de formas ni de conceptos, ni tampoco (…) de especies, sino tan solo de una X inaccesible e indefinible para el hombre”
Es así como el autor describe y echa abajo el andamiaje que hace estar de pie al mito de la Ciencia.

La Naturaleza en sí, está siempre en constante cambio, está en constante movimiento, sin embargo, el hombre racional, el moderno, crea estructuraciones conceptuales salidas desde su propia conciencia antropomórfica, y quiere tener una explicación complejamente estructurada.
En la era moderna somos testigos de lo mencionado arriba, como ejemplo tomaré el proyecto del Gran Colisionador de Hadrones, uno de los experimentos más grandes y ambiciosos del que se tenga memoria, el cual (y solo mencionando uno de sus proyectos científicos), por medio de máquinas que transforman átomos en energía bajo reacciones impuestas, los investigadores tratan de simular un pequeño “Big Bang”, para así explicarse cómo es que de la gran explosión diversos elementos dieron paso a la galaxia, la tierra, y demás objetos y manifestaciones que se encuentran en el Universo.
Y antes que nada, debo aclarar que para esta afirmación no me baso en la teoría del Big Bang vertida desde los centros de investigación donde pulula el Cientificismo, no, cualquiera que conozca la cosmovisión de los variados grupos humanos antiguos (ya sean de tipo cazador-recolector o de civilizaciones “primitivas”), podrá constatar que en la gran mayoría, se habla de la creación por medio de uno parecido a una gran explosión, una enorme estela de luz cegadora, etc.
Volviendo al tema.
En este caso, los científicos al pensarse equivocadamente que como humanos somos el centro del Universo, sintieron la necesidad de intentar crear una manifestación que solo la Naturaleza fue capaz de realizar bajo sus propias pautas, con su única y desconocida manera de hacer las cosas.
Ante esto podríamos afirmar que como lo dijo también Nietzsche, la causa de la búsqueda de respuestas para los esclavos del cientificismo es satisfacer su salud mental, pues las supuestas respuestas que encontrará serán solo meras invenciones del limitado conocimiento que el humano posee.

Para responder ambiguamente a las preguntas que llegan a pesar sobre nuestras cabezas, el humano racional utiliza su propio intelecto.
Según el autor, el intelecto “no es más que un recurso de los seres más desdichados, más delicados, mas efímeros”.
Esta facultad humana está precedida por el arte de fingir, el fingimiento que es como un escudo de los hombres débiles, de los menos preparados para sobrevivir, está cubierto del “engaño, el halago, la mentira y el fraude, la hipocresía, la simulación, el vivir con brillo ajeno, el enmascaramiento, el convencionalismo falaz, el hacer la comedia ante sí mismo y los demás, en una palabra, el constante revoloteo de la sola llamada “Vanidad”.
Esa vanidad tan distinguida de la que hacen gala los científicos del proyecto antes mencionado, y otros más, es bien evidente al creerse ser la misma Naturaleza e intentar realizar una de las manifestaciones más importantes desde donde se originaron las cosas como las conocemos.

Conceptos antropomórficos
El ser humano moderno está obligado a vivir en sociedad, a estar hombro con hombro lidiando con personas de su misma especie, es así como por medio del lenguaje se dictan las legislaciones de la validez de las cosas, para que el homo viva en paz dentro de la sociedad sin entrar en constante conflicto con los demás, debe adecuar a esa necesidad de convivencia ciertos conceptos, tales como “verdad” y “mentira”. Inventadas estas palabras tan valiosas para el humano racional y dotándolas de cierta valides, se da cabida a las designaciones validas, una de las tantas fantasmagorías antropomórficas.
El hombre siempre ha querido conocer la verdad, desde los antiguos pensadores, hasta el más empedernido estudioso en cualquier materia, religión o disciplina, pero esta es ocultada por la Naturaleza, la esconde y frente a ese escondite la taponean aún más los conceptos desde el intelecto del hombre.
La arbitraria acometida del hombre racional frente a lo Verdadero se puede vislumbrar, en su capacidad falsa por catalogar la verdad con la mentira. Hoy en día, así como en los días de Nietzsche, lo verdadero resulta ser lo falso y viceversa. Es claro que las opiniones vertidas sobre este tema pueden tomar connotaciones muy diferentes de un individuo a otro, pero siguiendo el contexto de este ensayo, lo que realmente es lo Verdadero es lo que guarda la Naturaleza, lo que esconde el Universo del “basto” pero al mismo tiempo limitado intelectualismo humano. Decir, por ejemplo, que el cielo es azul es una metáfora, pues no es una verdad, la metáfora del cielo azul la hemos creado nosotros por nuestras propias capacidades cognitivas elementales individuales y colectivas, pero una cosa es catalogar algo de verídico que más bien es una metáfora, y otra es saber realmente porque el cielo es de ese color. Le hemos dado género también a las cosas, el cielo azul, género masculino, ¿porque es masculino el cielo? No es una verdad, es una metáfora, ¿realmente podemos catalogar la esencia de las cosas al ponerles nombre, color, género y demás? No, lo que creamos son más fantasmas, algo que no existe en el plano de la Naturaleza, conceptos respaldados por el lenguaje que se perpetua bajo normas de delimitaciones construidas por el conocimiento humano.
“Creemos saber algo de las cosas mismas cuando hablamos de árboles, colores, nieve y flores: sin embargo, no tenemos más que metáforas de las cosas, que no corresponden en absoluto a las verdaderas entidades. Del mismo modo que el sonido se presenta como configuración de la arenilla, la misteriosa X de las cosas se presenta como estímulo nervioso, luego como imagen y por ultimo como sonido. Lo cierto es, pues, que a la génesis del lenguaje no preside la lógica y que todo el material con que trabaja y construye luego el hombre dedicado a la verdad, el investigador, filosofo, proviene, si no del reino de la Utopía, en todo caso no de la esencia de las cosas.”

El hombre racional
La sociedad está llena de humanos racionales (puesto que no solo comprende a los científicos), estos son aquellos que quieren tener todo previsto, se cobijan con una falsa manta de seguridad, piensan que si se adelantan a pensar todo, aquello que planearon tendrá el resultado deseado. Así es como el humano racional se ha desarrollado desde pequeño, bajo los falsos conceptos usados en la sociedad y el núcleo familiar. Puesto que solo podemos aspirar a admirar la superficie de las cosas, el sentido no conduce a la Verdad, conduce a la nada, pues la “verdad” como la conocemos solo es una expresión adecuada por los estándares establecidos de lo humano.
Es aquí cuando la Ciencia se abre paso de entre las mundanas preguntas sin responder y, hace que su luz cegué totalmente al humano racional, ungiéndolo de una falsa seguridad bajo falsas conceptualizaciones en una falsa, creada y superficial realidad.
El racional está convencido de que su conocimiento va más allá, que su intelecto lo ha llevado a posicionarse como centro del Universo, ¡tan prudente como infeliz!
El racional le teme a lo desconocido, escribe Nietzsche, puesto que siempre está previniendo todo, indicando que si alguna cosa se sale fuera de su control y de su cuidado, este abra caído en el abismo que la Naturaleza tiene preparado para él. Para el racional, el cambio es un pavoroso camino con brechas desconocidas que lo llevan a un lugar fuera de su previsible visión. Y ya que este ser efímero está siempre tratando de racionalizarlo todo, no disfruta la vida como va, siempre tiene pautas y limitaciones impuestas a sí mismo, en una palabra, es infeliz.

La era moderna
Nietzsche pegunta ¿Qué sabe el hombre, en definitiva, de sí mismo?
El campo científico tiene un gran panorama el cual abarca muchas materias, están desde las ciencias de la medicina, la física, la química, la biología, hasta la ingeniería genética, la nanotecnología, la neurología, la geoingeniería, etc., todas y cada una de estas materias tienen una genealogía que hasta ahora ha querido responder muchas de las preguntas jamás contestadas con anterioridad. En cada una de ellas se manejan tecnicismos, los cuales son esos conceptos falsos de los que hablé, dados por el hombre, tratando de darle nombre a algo desconocido para el ser humano.
Corriendo el siglo XXI, la Ciencia ha tenido un avance significativo en sus diversas ramas, avances tan frenéticos que han dejado anonadada a la sociedad de racionales. Hoy en día, se ha generalizado esto de creerle todo a la Ciencia de lo que parlotea, y asombrarnos de sus innovaciones diarias y sus estudios dictados desde el vil intelecto humano, hemos caído en una realidad aún más falsa y atroz de la que escribía Nietzsche en 1873 (año en que fue publicado el texto de referencia).
Es por eso que su crítica al cientificismo tiene una tremenda y sólida validez en esta época moderna.
¿Qué es lo que conoce el hombre de sí mismo entonces? Por medio de la Ciencia puede conocer solo lo que quiere oír, vagas conceptualizaciones ilusorias de lo que realmente somos, nada más, porque en un plano más real, no conocemos nada, solo lo que inventamos y percibimos como lo “real”.

La Naturaleza siempre ha estado y estará alejada de las leyes regidas por las matemáticas y la física, pues estas dos materias son solo invenciones humanas dentro de los parámetros de la realidad artificial.
La medicina por ejemplo sabe, dentro de lo que cabe, que los torrentes sanguíneos deben de estar dilatados para que la sangre llegue al corazón, y este pueda bombearla para que las funciones corporales tengan un aprovechamiento general, pero ¿Qué es esto? ¿Quizás es algo real?, es real dentro de los saberes de la Ciencia, porque para la Naturaleza no significa nada.
La astrofísica ha bautizado como “materia obscura” a aquella materia invisible que no emite suficiente radiación en el Universo, los astrofísicos han fundamentado hipótesis y construido teorías respecto a las posibles causas de su origen, ese es solo un ejemplo de los conceptos que el humano racional ha inventado para intentar encontrar la respuesta a este enigma, sus ojos están cegados por el egocentrismo y la Naturaleza justamente le oculta la verdad.
La ingeniería genética ha dado un paso más allá, ha propuesto la criopreservación como método para reanimar a una persona después de muerta por medio del congelamiento a base de helio líquido, dándole vida nuevamente. Ese es del miedo que invade al humano racional del que hablaba Nietzsche, como no puede tener el control de su muerte, se aventura a que la Ciencia lo pueda revivir pasado el tiempo, es así como quiere ser previsible con su vida y hasta con su muerte.
La estadística es una de las ciencias que se usan como herramienta para que el humano racional, trate de llevar su vida lo más alejada de que pueda del peligro, de lo dañino y de situaciones perjudiciales, a base de diversos estudios se generan varias recomendaciones guiadas por el falso sentimiento de seguridad, estas son reproducidas por los medios masivos de comunicación que las transmiten al receptor, el humano racional, el que quiere evitar a toda costa lo desconocido, el que le rehúye a los cambios y que piensa protegerse con su prudencia de lo que escape de sus manos.
Los expertos en sismología, están diariamente innovando máquinas que prevengan temblores y terremotos en zonas específicas, desde hace ya tiempo se trabaja en un proyecto lo suficientemente preciso para evitar posibles tragedias humanas, la Ciencia ha dado paso a nuevas tecnologías apuntando a una posible construcción de una maquina como la que anhelan los sismólogos, lo que se les escapa de las manos es que la Naturaleza no es previsible, cuando esta se manifieste no sentirán ni un leve movimiento, las agujas de las maquinas no medirán nada, porque la fuerza de la Naturaleza siempre termina cayendo por sobre las tantas previsiones humanas.
Con estos ejemplos actuales pretendo formular una pregunta para aquellos que neciamente niegan lo evidente ¿Entonces, la crítica al cientificismo de Nietzsche es válida hoy en día?

El hombre intuitivo
Mientras el humano racional está sentado en la piedra angular de su conocimiento, racionalizando y temiéndole al cambio que lo lleva a lugares desconocidos, y fuera de su previsión. El hombre intuitivo se encuentra cruzando montañas con lo necesario para vivir, este ha comprendido que la Naturaleza y el Universo está en constante cambio, es irregular e imprevisible. Ha entendido que si racionaliza cada paso que da, se convierte en un esclavo de la rutinaria monotonía del hombre racional. Este ha dejado atrás esas ataduras y acepta lo que se le presente. La felicidad lo acompaña, pero el dolor lo agobia incuso más que al otro hombre, pues este al ser irracional, no sabe aprender de las lecciones, ni las toma como experiencia.
Aun así, el intuitivo se posiciona sobre el racional por sobre mucho:
“El hombre intuitivo, desenvolviéndose en medio de una cultura deriva de sus mismas instituciones, aparte de la defensa con el mal, un constante caudal de claridad, cielo despejado y redención.”
“No presenta un semblante humano cambiante, y estremecido, sino, en cierto modo, una máscara dignamente inmutable; no grita, ni siquiera se altera su voz; cuando se abate sobre él un lóbrego nubarrón tormentoso, se envuelve en su manto y se aleja con paso lento.”

Es el hombre intuitivo en el que Nietzsche se basa para la elaboración de su término del Superhombre, aquel que no le teme a lo que la Naturaleza le deparé en lo desconocido, quien acepta los cambios de la vida y se rinde a la felicidad en sentido extramoral.
“Durante toda su vida, el hombre de noche se deja engañar en sueños, sin que jamás su sentimiento moral haya logrado de impedirlo cuando, según dicen, existen personas que a fuerza de voluntad han logrado dejar de roncar”