Ludditas en defensa de la tierra. Los pescadores gallegos del Siglo XVIII.

Traducido desde negreiverd

La resistencia luddita clásica (según el modelo anglosajón) se ha explicado siempre como una pugna entre sistemas de producción (artesanos contra industria) cuando en realidad es una resistencia a una manera de vivir. Una resistencia a la no vida, que supone la implantación del sistema capitalista. Es una resistencia a la disciplina, en la fábrica, el control del tiempo, a las «viviendas obreras», en la dominación extendida hasta los aspectos más nimios de la vida.
El luddismo gallego tiene, al menos en sus inicios, un aire original: además de una resistencia a la manera de sobrevivir capitalista tiene una componente importante de defensa de un «recurso», de defensa de su tierra, de sus bosques , de su mar …

La resistencia de los pescadores gallegos a la introducción de la pesca por arrastre ya la comercialización capitalista del pescado en forma de conservas y salazones, es una resistencia de gran originalidad y muy temprana, ya que los primeros actos ludditas pesqueros se producen en 1750 bastante antes del cenit del luddismo inglés en la primera década del siglo XIX. No digamos de los hechos de Alcoy o de la quema del vapor Bonaplata en Barcelona.

Otra momento importante del luddismo gallego (en 1795, también muy precoz), fue la destrucción de la fundición de Sargadelos que se dedicaba sobre todo a fundir proyectiles por el ejército y que utilizaba carbón vegetal, la deforestación fue, en este caso, el factor detonante.

LA SITUACIÓN DEL SECTOR PESQUERO EN LOS SIGLOS XVIII Y XIX.

En el sector pesquero se estaba produciendo una revolución tecnológica, con una modificación importante de las artes y métodos de pesca, pero sobre todo en las relaciones sociales de los trabajadores del mar.

En el antiguo régimen, la licencia de armar buques o barcos de pesca estaba muchas veces ligadas a privilegios de la nobleza y del clero, privilegios que podían ser arrendados a particulares que, a su vez, podían ser subarrendados a los verdaderos pescadores.

Con la introducción de los nuevos métodos de pesca se necesitaba una inversión importante de capital para adquirir las nuevas artes (más costosas) y construir naves mayores, esto hizo aparecer la figura del armador como capitalista pesquero, alejado del trabajo en el mar y proletarizó los pescadores empujándolos ver el trabajo asalariado.

Los pescadores de la península tenían una rica vida comunitaria, generalmente alejada de la vida de los artesanos urbanos y de los agricultores. Los pescadores, era habitual, que tuvieran parte de la propiedad de la red y, en ocasiones, de la barca, el proceso de formar las partes en que se dividían las capturas era delicado y se disponía de órganos arbitrales para resolver conflictos.

En muchos casos la gestión de la pesca era comunal, tanto en el reparto de puntos de pesca como en la propiedad de las embarcaciones y de las artes de pesca, el caso más conocido, pero no el único, era el de la «Universidad de la Villa de Cadaqués «que, a pesar de su nombre, era una organización comunitaria de pescadores que se confundía en muchos aspectos con la misma villa. Testigos de los años treinta indican que el sistema comunal sobrevivía, en Cadaqués, aunque a principios / mediados del siglo XX.

Desde principios del XVIII hay una progresiva penetración capitalista en el sector y un descontento mayor entre los pescadores, sobre todo entre aquellos que, por no poseer medios económicos, acababan como jornaleros.

El sector pesquero estaba sometido a un gran número de cargas señoriales que podían llegar a un 10% de la pesca para cada diezmo ya veces se acumulaban 2 o más. Catedrales, Monasterios, ayuntamientos, nobles … recibían partes sustanciales de la pesca. En la Costa Brava y el Maresme el 50% de estos diezmos eran percibidos por la iglesia y un 25% por el Duque de Medinaceli. Durante todo el siglo XVIII y XIX las revueltas antidecimals contra las cargas señoriales son continuas en toda la península y, pese a la «modernización» fiscal del siglo XIX, se mantienen hasta bien avanzado este siglo. También se podía resistir a los diezmos mediante la ocultación de parte de la pesca y el «fraude».

Otra mecanismo eclesial para exprimir los pescadores, era hacer pagar un diezmo para poder trabajar en domingo o en festivo, algo imprescindible durante las campañas estacionales de la sardina y el boquerón, momento en que se tenía que aprovechar el tiempo.

Además la gente de mar sufría la presión directa del estado para poder trabajar, mediante la matrícula de mar. La matrícula de mar era un registro de gente de oficio vinculada al mar, sobre todo pescadores y marineros, pero también otros oficios relacionados, quedando sometidos, en caso de ser requeridos, al servicio obligatorio de la marina de guerra de la Corona, esto suponía una militarización total de la vida, ya que podían ser movilizados en cualquier momento … A todo lo largo de los siglos XVIII y XIX, pocos fueron los períodos de paz y muchos los de guerra, emparejados con varios desastres (por las víctimas ) navales del Finisterre y de Trafalgar, en que muchos pescadores y marineros perdieron lo más importante, la vida …

El malestar de los pescadores contra el estatus señorial y el liberal capitalista queda bien reflejado en su participación protagonista en la revuelta popular en Barcelona contra la máquina de vapor, que fue la quema del vapor Bonaplata 1835 (Bonaplata 1835).

LA IRRUPCIÓN DEL CAPITALISMO EN LA PESCA EN LAS COSTAS IBÉRICAS.

A finales del siglo XVI, procedentes de la Provenza, aparecen en Cataluña las primeras artes de arrastre, primero el gánguil, después la tartana y finalmente los bueyes de arrastre con propulsión a vela. El resultado fue la expansión del negocio pesquero y el desarrollo de nuevos métodos de conservación (básicamente el salado con prensado). Estos «avances técnicos» en la explotación del mar también supusieron la conquista de mercados cada vez más lejanos, como eran las diferentes ciudades del Mediterráneo ibérico (Barcelona, ​​Castellón, Valencia, Alicante …) y el mercado marsellés gran comprador de anchoas.

La pesca de arrastre era un arte muy destructivo que aniquilar los fondos marinos y destruía las zonas de alimentación y de cría, de hecho una pareja de bueyes hacían las capturas de 30 palangreros a remo con la mitad de tripulación. Los resultados no se hicieron esperar y ya a finales del siglo XVII comienza la carestía de pescado en Cataluña, agravándose a principios del XVIII … empiezan los problemas de abastecimiento y de recursos para la exportación … frente eso la solución está clara: las empresas capitalistas catalanas (que no los pescadores) se expanden hacia otros caladeros.

Los sistemas de barrido por arrastre no tuvieron una progresión continua sino que se enfrentaron a numerosas prohibiciones y limitaciones (de calendarios, de número de barcas, de distancias a la costa …) derivadas de las protestas de los pescadores tradicionales y il · ilustrados diversos. Pero cada prohibición seguía una nueva autorización y no parece, como ocurre actualmente, que las supuestas medidas protectoras se respetaran (ni se hicieran respetar).

El tratado de Utrech, en vedar el acceso a los caladeros de bacalao supuso un grave inconveniente para abastecer de salazón en la población urbana, en crecimiento exponencial, con que la crisis de la pesca local creció.

En esta años los toros catalanes y valencianos empiezan a trabajar estacionalmente a lo largo de las costas de la península, especialmente Andalucía, pero también Portugal, Norte de África y las costas francesas.

Los pescadores catalanes (concretamente los de Mataró) están en el origen de Isla Cristina, entonces la Higuera, que en 1775 estaba poblada por unos 1.500 forasteros los que 733 eran pescadores y 507 trabajadores de las salazones.

El caso gallego es especial, en Galicia ya no llegan directamente las naves procedentes de Cataluña, sino empresarios capitalistas (los «fomentadores catalanas»), acompañados de personal especializado (patrones, marineros, trabajadores de las conserveras) que, en unos años, serán sustituidos por mano de obra local. Además los fomentadores disponían de una red asociada, la de transporte de vinos y aguardientes catalanes que podían hacer el viaje de vuelta cargados de mercancías de alto valor … de hecho algunos de los fomentador, no provenían del sector pesquero / salazones, sino del del vino y el aguardiente.

En Galicia durado el siglo XVIII se desplazaron unos 15.000 catalanes que llegaron a controlar el 80% de la industria de salazón.

Aunque en un principio los enfrentamientos pueden ser leídos en clave local / forasteros … los fomentadores catalanes no tardaron en establecer fuertes lazos comerciales y de parentesco con las oligarquías locales, estableciendo linajes que en algunos casos (por ejemplo el grupo Masso) aún duran.

Los fomentadores acabaron prescindiendo de los trabajadores catalanes y incorporaron tripulaciones del país. Generalmente los pescadores más pobres a los que se contentaban con una pequeña mejora, o los más prósperos, que se podían permitir algunas inversiones en barcas y aparatos, algunas veces asociados con los capitalistas.

El modelo de explotación pesquera gallego de aquellos años ha sido comparado a menudo con el «putting out» fabril, o sea la externalizar los trabajos a los domicilios de los trabajadores con o sin propiedad de las máquinas, pero siendo el empresario el único comprador de la producción, y, generalmente, propietario también de la materia prima. El «Puting out» lo practicaban con la pesca, mientras que el sector conservero utilizaban el fabril clásico (putting in).

LA PRIMERA GUERRA DE LA SARDINA.

El nombre de «guerra de la sardina» apareció posteriormente por motivos más bien narrativo, al referirse a una serie de sabotajes a todo lo largo de la costa gallega durante un periodo de más de 70 años.

Los primero actos se dan en los alrededores de 1750 y se reproduciendo a todo lo largo del XVIII y principios del XIX. A Concurbion y Cee (1757), en Redondela (1763), en Cangas (1765), en Coruña (1782), de nuevo en Concurbion (1785), en Arousa y Noia (1812) y ya, a finales del proceso, a Portosín (1830) … todo ello acompañado de otras acciones de menor entidad y / o no registrades.Un los principales focos fue la ría de Muros, donde se quemaron 6 fábricas de conservas y se destruyeron la totalidad de las redes de arrastre.

Algunas veces fueron destrucciones tumultuarias, pero en otros se trató de sabotajes nocturnos y clandestinos. Los principales objetivos eran las redes, después las barcas y, cuando se podía, las fábricas.

Paralelamente a la resistencia violenta y popular un sector del sistema, clérigos, nobles, burgueses y alcaldes, llevaron (con sus propios objetivos) una acción a base de denuncias, peticiones a la corte y al parlamento ya través de los diarios. La coincidencia era sólo estratégica, con el tiempo se vio como la oligarquía se aliaba con los «fomentadores», entonces los pescadores siguieron con su defensa del mar, como se verá en la segunda guerra de la sardina.

Los fomentadores catalanes constituían un poder en sí mismos, disponían de un capital que no poseían los pescadores (capital que los ricos locales no estaban dispuestos a invertir). Enseguida dominaron el comercio, no sólo de los productos del mar, sino también de vinos y alcoholes, así como de otras materias primas que necesitaban (sal, botas …), estaban exentos de la Matrícula de Mar, no pagaban ciertos diezmos al considerar la sardina salada como producto industrial … y finalmente poseían una fuerza armada notable, una especie de milicia formada, sobre todo, por trabajadores, pero también por algunos «mercenarios» (seguratas) provistos de modernos fusiles … y llegar a montar pequeños cañones a las barcas !!.

Sin duda, los enfrentamientos y «ajustes de cuentas» posteriores fueron muertos y heridos por ambos bandos, pero no parece que se hayan registrado.

El tiempo jugaba a favor del expolio capitalista, el poder de la industria de salazones terminó dominando la pesca en Galicia, así en 1881 el 55% de las fábricas conserveras (246) del estado estaban radicadas allí.

LA SEGUNDA GUERRA DE LA SARDINA.

La «segunda guerra de la sardina» se produce ya en un marco de hegemonía de la explotación capitalista del mar. Han aparecido los barcos arrastreros a vapor, el saqueo del mar comienza a ser irreversible. En Galicia ya hay más de 35.000 hombres trabajando en la pesca para abastecer las 246 industrias conserveras. La lógica productivista impone.

En este marco de independencia aparece el arte de la cerco (la trainera) que pescaba en el cerco en competencia en el arte del Xeito que es una red a la deriva. La cerco era más productiva que el Xeito, necesitaba una barca más grande, más tripulantes y unas redes más caras.

En este caso el enfrentamiento se produce aparentemente entre los pescadores. Aparentemente, porque el bando de la cerco tiene el apoyo de la industria conservera y los armadores más ricos. Este enfrentamiento es aprovechado por los diferentes bandos de las oligarquías locales para conseguir más cuotas de poder.

Se puede decir que la guerra «caliente» comienza en octubre de 1900, en un enfrentamiento entre marineros de una cerco y marineros de un xeitero, en el que resultaron heridos de consideración los trainyers.

De hecho el arte de la cerco se había comenzado a introducir un poco antes y ya en 1887 es incendiado un barco propiedad del conservero Salvador Aranda, de Vigo. Y en 1898 son dinamitadas varias cerco en Porto do Son.

Al igual que en el caso de los toros de arrastre los pescadores consiguen arrancar al gobierno legislación limitando el uso de las cerco (prohibición de pescar en las rías, distancias, zonas protegidas …), y, al igual que en el caso del arrastre, toda esta normativa es incumplida sistemáticamente.

Los conserveros boicotean la compra de pesca a los xeiteiros, mientras favorecen la adquisición de cerco … la Guardia Civil detiene algunos de los dinamiteros … la cerco se hace imparable. En 1901, en ​​Vigo, habían 134 cerco que practicaban el aro, cuatro años más tarde, en 1905, ya son 494.

¿DEFENSA DE LA TIERRA?

No se trata de convertir a los pescadores del XVIII en precursores de Sea Shepherds, es cierto que eran miembros de una sociedad extractivista y jerarquizada, muchas de sus actividades permitieron a las clases beneficiarias del antiguo régimen mantenerse en sus puestos de privilegio y de dominio.

Pero tampoco se puede negar su vínculo afectivo con el mar, vínculo que, evidentemente, no tenían los fomentadores y que tampoco tienen los modernos explotadores. Tampoco se puede negar que su visión del mar como un ecosistema del que no se puede extraer indefinidamente recursos es profundamente lúcida y anticipatoria del desastre del expolio actual.

Además su lucha tuvo un importante componente comunitario y de acción directa que los hace atípicos al compararlos con otros movimientos del mismo sector. A pesar de los intentos de recuperación por parte de ricos, sacerdotes y nobles la radicalidad de su lucha escapó a esta recuperación.

Aunque ahora la Unión Europea es incapaz de limitar seriamente las redes devastadoras, como las de deriva, tampoco se muestra capaz de impedir el exterminio de determinadas especies, ni la UE, ni la FAO, ni WWF, ni Greenpeace … En menos los pescadores gallegos resistieron más de 70 años, y sus métodos fueron suficientemente eficaces para entorpecer seriamente la acción de los toros de arrastre, tal vez es necesario adaptar estos métodos en el mundo actual.

Los ludditas pesqueros gallegos fueron ludditas en defensa de su manera de vivir, pero también ludditas contra el expolio capitalista del mar, ludditas en defensa de la tierra …