Frente a las arremetidas ciudadanas: ¡A propagar el conflicto! Reflexiones sobre el asesinato de dos jóvenes en medio de una manifestación.

Extraído de https://contratodaautoridad.wordpress.com/

“Vamos a empezar por una premisa: nosotrxs hablamos idiomas muy diferentes, querido ciudadano. Lo que para ti puede significar una cosa, para nosotrxs puede significar otra (…)
Lo que tú llamas vandalismo nosotrxs lo llamamos conflicto social.
Lo que tú llamas orden, nosotrxs lo llamamos control y represión.
Lo que tú llamas bienestar, nosotrxs lo llamamos explotación, alienación y devastación ambiental.
La que tú llamas democracia, nosotros la llamamos servidumbre voluntaria.
La que tú llamas paz, para nosotrxs tan sólo es la guerra permanente del Dominio para cada una de las formas de vida no esclavizadas. ¿Te ha quedado claro?..(Fragmento del panfleto “Las palabras y las cosas” distribuido en Italia en defensa  de los disturbios desatados el 1º de mayo en Milán,  en el marco de la manifestación “No-expo”)

Las imágenes son claras: dos jóvenes muertos en mayo de 2015 producto de balazos disparados en medio de una manifestación estudiantil en el puerto de Valparaíso. Los medios de información del poder entregan  información de lo ocurrido, la cual es difusa  y poco clara. En un primer momento se dice que los jóvenes –Diego Guzmán  y Ezequiel Borbaran- habrían estado  pegando un afiche afuera de una casa en medio de un grupo de jóvenes en el marco de las movilizaciones estudiantiles.  En ese contexto, un individuo les habría disparado después de increparlos por los hechos.  Hasta ese momento  no se sabe quién disparó, si era un agente policial civil, o si  tenía vínculos con fuerzas de orden y seguridad. Hasta ahí parecen ser interrogantes y cuestionamientos propios de realizarse frente a un suceso de tal tipo. Al paso de los minutos y las horas se sabe que existe un detenido responsable de haber realizado los disparos. El poder inmediatamente se encarga de aclarar esto –incluso antes de dar a conocer la identidad de los jóvenes muertos- informando que el detenido no es policía, no posee vínculos con la represión y que su arma está legalmente inscrita.

Poco a poco se empieza a tener más datos del individuo que disparó: es comerciante y propietario de las casas del sector, posee un modo de vida ostentoso muy parecido al de las estrellas de reggetton, del maleanteo o  del rap gansta. Cual líder de cartel o mafia traficante, sus actos y relaciones sociales reproducían las lógicas de poder y dominación: intimidaba a vecinos/as, transeúntes y trabajadores/as  del sector al momento de cobrar arriendos o hacer valer su parecer. Arma en mano, aplicaba la ley cual policía del estado.  No era la primera vez que este sujeto actuaba así: amedrentando, violando, dominando, se creía poderoso, se sentía poderoso y al igual que uno más de ellos actuó con la misma decisión y convicción de quien se posiciona en contra de sus intereses. Un cómplice más del poder, un reproductor más de lógicas de dominación y explotación, convencido de su actuar, disparó y las emprendió en contra de quien decidió protestar y afectar sus intereses de orden, de control,  de poder, de dinero.

La opinión pública se manifiesta: de ciudadanos/as policías y defensores/as de la democracia.

“Aunque hoy las autoridades lo nieguen con hipocresía, estos asesinatos son la continuidad lógica del discurso del poder y de los medios de comunicación que muestran como “héroes “a cada ciudadanx que actúa como policía (…)”
(Fragmento de panfleto difundido por compañerxs anárquicxs en medio de las protestas por el asesinato de Diego y Exequiel)

Hasta aquí se podría decir que el sujeto que disparó contra Diego y Exequiel era un enajenado más del sistema, un alienado de la sociedad de consumo, de los lujos del poder y las mercancías, en última instancia un cocainómano desquiciado por las sustancias. Pero lo que inmediatamente se generó en relación a estos hechos es sobre lo que nos queremos detener y hacer un llamado a la tensión/reflexión.

Cuando se sabe la noticia de los dos chicos muertos por un disparo en medio de una marcha, distintos sectores  justificaron la acción bajo el argumento de “algo habrán hecho”, “quien los mando a protestar” o “ellos se lo buscaron”, y es que la ciudadanía activa, esa que defiende sus derechos democráticos, ardiente defensora de la paz y la propiedad, se posiciona en este caso en contra de la protesta. No debiese de extrañarnos (al contrario, debemos tenerlo claro, como muchxs lo asumimos hace bastante tiempo) que la sociedad asume un rol activo dentro de la dominación sustentándola y reproduciéndola.

En este territorio y en el último tiempo se ha visto un aumento de las “acciones ciudadanas”, como se han bautizado a los actos de control, detención y golpes, para su posterior entrega a la represión, que han realizado hombres y mujeres en contra de individuxs que, bajo el juicio de estas personas, atentan contra el orden público y la propiedad privada o estatal. Bajo el argumento del desamparo por parte de las autoridades, estas personas toman  “la justicia en sus manos” y actúan cual policía, fiscal, juez y torturador, descargando su poder físico sobre quien comete un delito: robo, saqueos, violencia callejera, entre otros. En sus manos recuperan el orden y el control social que sienten perdidos, se posicionan voluntariamente para defender sus propiedades, las del otro, las del poder y combaten aquellxs que rompen la normalidad, el  orden y la paz. Justifican sus actos, reproducen el sistema y defienden las instituciones creadas para el control.  Sería iluso seguir pensando que tales personas son un rebaño guiado por el estado o engañado por la burguesía como rezan las frases y consignas de los sectores vanguardistas del marxismo  y algunos sectores reformistas del anarquismo. Al contrario, son cómplices activos del poder, juegan su papel al posicionarse y erigirse como sujetos moralmente superiores para mantener la paz social. Ellos detienen y entregan al “delincuente”, ellos entregan a  compañerxs que se manifiestan en la protesta callejera, y con orgullo trabajan codo a codo con la policía al denunciar, entregar y golpear.

Pero ante este caso, la ciudadanía activa también se expresó desde la defensa de los derechos y garantías que la socialdemocracia entrega. Argumentando el legítimo derecho a la protesta, existieron voces ciudadanas que interpelaron al estado, el poder, los políticos y las autoridades por la falta de resguardo de la integridad de todos/as aquellos/as que “pacífica y legalmente” se movilizan y manifiestan por “causas nobles y justas”, como estos dos jóvenes, que “nada estaban haciendo”. Nada ilegal que comprometiera el orden, la paz y el control. Así se expresaron las voces ciudadanas alarmadas por la acción  irracional del sujeto que disparó, alejada de las garantías democráticas, del pluralismo y la libre expresión. “¿Dónde quedó la democracia?”“¿Dónde la seguridad para manifestarse?”, decían estos/as ciudadanos/as. Empoderados/as de una mentalidad y lógica de la sumisión y respeto a la institucionalidad, expresaban su más ciudadano repudio.

No nos gustan los supuestos pero… ¿y si estos dos jóvenes hubiesen estado rompiendo la normalidad y la  legalidad impuesta y asumida de la protestas? ¿Si hubiesen sido otrxs tantxs de lxs que practican la lucha callejera? La ferviente defensa e indignación ciudadana ¿hubiese sido la misma?  Al haber traspasado la legalidad del poder, bajo el discurso ciudadano los disparos que recibieron estos jóvenes muy probablemente hubiesen sido catalogados como bien merecidos, al tratarse de “vándalos y delincuentes” sin motivos, sin causas y sin proyecciones de lucha.

Porque históricamente han estado en el otro bando: Partido Comunista, un bombero más de la revuelta.

Ezequiel Borbarán, junto con ser estudiante  pertenecía a las Juventudes Comunistas, por lo que su muerte fue abordada con un manejo político tendiente a reforzar la consigna de dejar que las instituciones del poder funcionen y castiguen al culpable. La muerte de uno de sus militantes fue utilizada como canje con el gobierno de turno del cual forma parte el Partido Comunista y en cual se esfuerza por mantenerse, bajando el perfil al dolor y la rabia de muchos/as compañeros/as de Ezequiel,  y desmovilizando la protesta y los actos violentos de manifestación frente a la muerte de los dos jóvenes. No nos extraña esta miserable actitud del Partido Comunista pues es una costumbre histórica en su actuar, sobre todo ahora que  forma parte del gobierno. Pasó en la Revolución Rusa de 1917, en la España del 1936, en Chile a principios del siglo XIX con las protestas obreras, y durante la reciente dictadura cuando este partido llamó a detener la acción violenta contra el régimen.  El Stalinismo siempre ha buscado la conquista del poder y por lo tanto forma parte del enemigo a combatir.

De venganza, ni hablar, en el caso de Diego se reforzó la imagen de ser un joven artista que nada tenía que ver con actos de protesta violenta y, al contrario, la narración que se difundió fue: “él se manifestaba por sus derechos dentro de un marco pacífico”. Así, su propia madre habló ante los medios de prensa del poder solicitando que no se ocupara la imagen de su hijo para cometer actos de vandalismo.

Frente a la arremetida ciudadana: Nunca solxs, siempre alerta y a defendernos!

“En lo que a nosotrxs nos respecta, no podemos hacer otra cosa que seguir siendo lo que siempre hemos sido: lxs enemigxs de este existente. Para tu opinión seremos matones, pero vamos a ser honestxs, nosotrxs sabemos muy bien en qué lado posicionarnos…y sin embargo no es el tuyo!” (Panfleto “Las palabras y las cosas”. Italia)

¿Y nosotrxs? ¿Qué tenemos que decir? Sabemos que Diego  y Exequiel no eran anarquistas, no eran antiautoritarios, tampoco creían en la lucha callejera  ni  utilizaban  la violencia como método  de lucha contra el orden establecido, no deseaban que el conflicto se  propagara ni destruir la dominación. Pero a pesar de todo esto, no podemos quedarnos calladxs y solo mirar al lado: Diego y Exequiel podrían haber sido compañerx, podrían haber sido unx de nosotrxs.  Unx de tantxs que tras una capucha se manifiestan  contra el poder, el estado y su dominio; unx de nosotrxs que se enfrentan en cada marcha contra lxs reformistas y ciudadanxs de la democracia y contra aquellos/as que transan y negocian con el poder. Podrían haber sido unx de nosotrxs, de lxs que se oponen a las lógicas de policía ciudadano que diariamente encontramos en las calles cuando se presenta un acto de desobediencia/desorden social. Unx de tantos que combatimos la dominación no solo en sus grandes representantes sino también que enfrentándonos -algunas veces hasta de forma física- con aquellos/as ciudadanos/as como el que disparó contra Diego y Exequiel. Lo cierto, es que podría haber sido unx de nosotrxs.

De ahí la importancia de leer estos escenarios y entender el contexto: la ciudadanía está jugando un rol activo en asegurar la paz social del poder, sobre todo al interior de manifestaciones y protestas callejeras. Se posiciona de parte del enemigo y por lo tanto no del lado nuestro, de ahí que no hay que confiarse y creer que ésta permanecerá pasiva y seguirá actuando como lo ha hecho hasta ahora. Debemos tomar precauciones y resguardos al momento de decidir accionar dentro de una manifestación callejera, sea esta marcha, mitin o protesta, en el centro de la ciudad o en poblaciones. En cualquier momento puede ser que un ciudadano o una ciudadana decidan enfrentarnos, golpearnos, detenernos, entregarnos a la policía o -como ya sucedió- dispararnos. No hay que descuidar nuestro andar y nuestros pasos en tales situaciones. Al momento de rayar, enfrentarnos a la policía o destruir el mobiliario urbano, debemos actua rsiempre acompañadxs de nuestrxs hermanxs y cómplices, nunca quedarse atrás ni arriesgarnos a exponernos ante la masa ciudadana.

¡Autodefensa como protección y como propaganda, que sepan los/as ciudadanos/as que con nosotrxs no se juega ni se involucran!

¡Por el desborde de la legalidad y la protesta!

¡Ciudadano/a, si actúas como policía te atacaremos como tal!