El París del ilegalismo (1886-1893)

Soy, pues, lógico con mis principios: no hay, pues, tal tentativa de asesinato. Ya es tiempo también de que los agentes cambien de papel: antes que perseguir a los ladrones, que prendan a los robados. Desde mi punto de vista no soy un ladrón. La naturaleza al crear al hombre le da el derecho a la existencia y este derecho, el hombre tiene el deber de ejercerlo plenamente. Si la sociedad no le suministra los medios para su supervivencia, el ser humano puede legítimamente tomar lo necesario allá donde existe lo superfluo

Clément Duval, Declaración ante el tribunal, París, 1887.

Un París cosmopolita y anarquista

Los movimientos migratorios fueron algo muy habitual en las últimas décadas del siglo XIX. Forzados por meros condicionantes económicos y a menudo huyendo de la represión, resultaba habitual que un mismo individuo durante su vida pudiese haber viajado entre diferentes continentes y estados, en un contexto histórico en donde se empezaron a popularizar los viajes transatlánticos.

Históricamente Francia, si pensamos en el caso de España, ha sido el destino primario de muchas generaciones de exiliados, dada la cercanía fronteriza y la atracción de una ciudad como París.
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En el caso de los anarquistas del XIX, junto con Marsella, el principal destino fue París, ciudad que por entonces era la “capital mundial” del anarquismo. En ella, durante esos últimos años de la década e inicios de las siguiente, nos encontramos con las huellas del paso de estos migrados, gracias a las referencias a un denominado Grupo Anárquico-comunista de París en lengua española o a anarquistas de otras tendencias.

Por ejemplo, si pensamos en los que se exiliaron ante la represión del periódico del llano barcelonés Tierra y Libertad en 1888, al llegar a París se encontraron con una ciudad en plena efervescencia ideológica, con un debate típico en el anarquismo de entonces, como era el referido a la idoneidad o no del ilegalismo. En los ambientes anarquistas, tal y como quedaría reflejado en cabeceras como La Révolte, dicho tema fue bastante común y aparecieron posicionamientos diferenciados.

Durante esos años, por ejemplo, uno de los casos que más eco produjeron fue el relativo a la figura de Clément Duval1, quien fue detenido y acusado por un robo de unas joyas de la artista Madeleine Lemaire en un hotel parisino2. Duval, quien había servido en la Guerra Franco-Prusiana, justificó sus robos debido a las secuelas de la guerra, puesto que fue herido de gravedad por un mortero y contrajo, al mismo tiempo, la viruela. Estos sucesos le impedían trabajar y optó por el robo o la expropiación como un método de lucha y supervivencia. De ese modo justificó sus actos en su juicio, iniciado el 11 de febrero de 1887.

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Duval, pese a ser condenado a muerte, gracias a la presión del movimiento anarquista, con apoyos de figuras como la mítica Louise Michel, finalmente le fue impuesta la cadena perpetua, siendo deportado y encerrado en un penal francés en la Guyana Francesa. Allí compartió destino con múltiples partidarios del ilegalismo3, entre ellos Vittorio Pini, quien murió en dicha colonia penitenciaria el 8 de junio de 1903.

En el caso de Pini, un zapatero treintañero a mediados de los ’80, nos encontramos, al igual que con Duval, con un anarquista expropiador partidario de la ilegalidad. Fue miembro junto a otros como Luigi Parmeggiani de Il Gruppo Intransigente y componente de publicaciones como Il Ciclone (París, 1887) o Il Pugnale (París, 1889). Su detención se produjo por una petición de extradición del gobierno italiano en 1889. Tras el registro de su domicilio las fuerzas policiales francesas encontraron numerosos indicios de sus actividades ilegalistas, básicamente robos, calculándose una suma total de unos 400.000 a 500.000 francos fruto de dichas actividades. Por otro lado Pini, desde cabeceras como las antes mencionadas, destacaba junto a los miembros de su grupo por la apuesta por el ilegalismo más allá de los robos, defendiendo igualmente la insurrección y el atentado individual como formas válidas de lucha. Al igual que en otras publicaciones de este tipo, resultaba bastante común encontrarse con artículos que animaban a la lucha violentista y a la fabricación de explosivos. Por ejemplo un artículo titulado “Cucina Anarchica” aparecido en Il Ciclone de Pini y Parmeggiani, se explicaba el proceso de fabricación de cartuchos de dinamita o nitroglicerina.

París fue un punto de encuentro de anarquistas de diferentes latitudes, especialmente latinas. Siendo a menudo, la represión de estados colindantes a Francia uno de los motivos que explican la multitud de debates y propuestas que se plasmaban en la ciudad, y la repercusión que estos tenían a escala global. Kropotkin y su potente entorno, exiliados italianos, alemanes, belgas, españoles, portugueses o de cualquier otra latitud, encontraron en la ciudad atravesada por el Sena, al principal nodo mundial de la extensa red relacional anarquista que existía.

Los debates entonces giraban alrededor de temas como la expropiación, los atentados o el ilegalismo. Los cuales adquirían una resonancia internacional gracias a periódicos como La Révolte, publicación que por entonces representaba el órgano propagandístico más importante del anarquismo a escala internacional. Muchos debates importantes nacieron en aquella ciudad plagada de anarquistas nativos y exiliados de todos los rincones del mundo. El debate sobre el ilegalismo anarquista no fue una excepción.

A modo de ejemplo, en un artículo aparecido en La Revolución Social de Barcelona del año 1889, sobre la figura de Pini se aseguraba que era un anarquista coherente con las ideas y se justificaban sus robos, entre otros aspectos porque “subvencionaba también periódicos anarquistas, á cuyo efecto enviaba algunas cantidades á sus correligionarios políticos de la península”5 y, en palabras del propio Pini durante su juicio, porque “he trabajado hasta que mis convicciones me han demostrado que obraría mejor expropiando á los capitalistas, que permaneciendo pobre y honrado”6.

París emanaba el aura del ilegalismo ya en la década de 1880, y gracias a ese poso se puede explicar la irrupción en la historia de personalidades tan fascinantes como Ravachol, quien alcanzaría el reconocimiento  internacional tras el impactante alegato anárquico hecho en su juicio. Sus palabras, cargadas de racionalidad ilegalista y odio de clase, fueron el catalizador definitivo de la aceptación del ilegalismo dentro del anarquismo.

Fran Fernández

Notas
1 Ambos miembros del grupo Le Panthére des Batignoles.

2 También se le acusará de tentativa de homicidio por su resistencia durante su detención.

3 Hasta que después de múltiples intentos logró escapar y refugiarse en Nueva York en el año 1901. Allí formaría parte de la cabecera L’Adunata del Refrattari.

4 “Cucina Anarchica”. En: Il Ciclone, nº1, 04/09/1887, pp. 3-4.

5 “Propaganda por el hecho. Las convicciones de Pini”. En: La Revolución Social, nº5, 30/11/1889, p.3.

6 Ibídem.