[Madrid] Algunas reflexiones en torno a la huelga de alquileres. Por el Local Anarquista Motín.

Extraído del blog del Local Anarquista Motín.

Con este pequeño texto, desde el Local Anarquista Motín, queremos hacer públicas unas reflexiones que nos han estado rondando la cabeza desde el inicio del estado de alarma, la crisis sanitaria y la posterior convocatoria internacional de huelga de viviendas (alquileres, hipotecas y también locales).

Como imaginamos que les está pasando a todos los locales alquilados actualmente, el pago del alquiler del espacio anarquista que autogestionamos en Carabanchel, está siendo insostenible. No creemos que estemos planteando nada nuevo ni nada exclusivo, a pesar de que, para nosotros hacer frente al alquiler independientemente del estado de alarma, siempre ha sido un quebradero de cabeza con bastantes apuros para llegar a final de mes. Esta situación particular es extrapolable a la realidad de miles de millones de personas, aquí en Madrid o en cualquier punto del planeta: para los pobres, para los explotados, para los que vivimos haciendo equilibrismos y vivimos al día, la crisis es una constante y algo permanente. Esto es un repunte, una aceleración de la historia que trae como consecuencia un recrudecimiento de las condiciones de vida y, por supuesto, medidas represivas que los estados han venido disfrazando de “emergencia” o “excepción” para convertirse, poco a poco, en norma.  Con esto, ponemos de manifiesto que, la crisis del Coronavirus, sólo ha evidenciado (más si cabe) un problema que arrastramos todos los locales alquilados y, por su puesto, todas las personas que de forma particular alquilan o se hipotecan a cambio de tener un techo donde vivir. La crisis de la vivienda y de los arriendos, existe desde la existencia de éstos y no se trata de explicarle a nadie que sufre a diario estas circunstancias, en qué consiste afrontar todo esto.

A pesar de haber elegido este formato en vez de optar por la vía de la okupación (algo que haría que no tuviéramos que estar pasando por esta situación, pero que haría que tuviéramos que pasar por otra de distinta índole como consecuencia colateral de lo que implica estar okupando, que también sabemos que todos conocemos) no significa que las personas que conformamos el proyecto, nos alejemos de lo que significa la okupación como contexto de lucha, como herramienta, como espacio de resistencia y autoorganización o como vivienda. Compaginamos ambas cosas sin sentir que estemos incurriendo en ninguna incoherencia, puesto que potenciar los proyectos okupados y apoyarles, es una prioridad que entendemos que tiene que ser asumida por la totalidad de los proyectos anarquistas y anticapitalistas. Sabemos el esfuerzo y el riesgo que implica entrar en una casa, acondicionarla y defenderla para responder con una acción que se reivindica a sí misma.

Nos quitamos el sombrero ante todos los espacios okupados que existen y resisten ante las múltiples amenazas que tienen que soportar constantemente: propietarios, desokupa, policía, chivatos… y creemos que la labor que desempeñan para completar uno de los pilares básicos de las ideas anarquistas, es fundamental: la propiedad privada, la expropiación, la no negociación, la recuperación de lo que nos pertenece.

No obstante, creemos perfectamente posible la convivencia entre espacios anarquistas okupados y alquilados sin que ello signifique renunciar a nuestras formas de entender la propiedad privada y la autogestión de los mismos.

Nosotros elegimos alquilar, a pesar de los distintos debates que tuvimos, porque pretendíamos generar un proyecto paralelo y no excluyente a los centros sociales que, de alguna forma, pudiera dar más solidez y permanencia en el tiempo a los proyectos que se han ido incorporando en el local. A pesar de no arrastrar una idea equivocada de estar siendo incoherentes en nuestra decisión, cada vez que pagamos una factura se nos viene a la cabeza el inevitable pensamiento de que es totalmente injusto y desproporcionado (así funciona el mundo de la propiedad privada y el capital) el precio que tenemos que pagar para poder tener un espacio más o menos “seguro” (a pesar de que, a día de hoy, no consideramos que nada sea seguro o inviolable, y cada vez vemos más tendencia hacia un mayor autoritarismo democrático que puede salir por cualquier lado).

Más allá de la crisis del Coronavirus, siempre hemos tenido que hacer esfuerzos ingentes para poder pagar el espacio, con cuotas altísimas, con muchas filigranas a la hora de reunir el dinero y con una sensación amarga de estar tirándolo a la basura y de estar engordando los bolsillos de un propietario, que lo es, además, de todo el bloque en el que se encuentra el local.  Y suponemos que esta situación, no es exclusiva de Motín.

Pero a pesar de ello, hemos seguido optando por esta vía, porque hemos querido intentar reforzar esa parte de la que hablábamos, la de tener un poco más de “seguridad” y “estabilidad” en las cosas que hacemos para no depender, de alguna forma, de un desalojo que nos borre del mapa tan rápidamente y se adueñe de las cosas y proyectos que hemos ido incorporando al espacio que tanto nos sirven para continuar adelante.

Pensamos que apoyarnos mutuamente entre okupaciones y locales alquilados, puede conformar una estrategia que refuerce nuestras infraestructuras y que no generen dinámicas u opciones excluyentes, puesto que cada espacio puede representar distintas prioridades o formas de afrontar un mismo problema (el habitacional) pero creemos que nos encontramos en el mismo barco. Tener espacios más duraderos y seguros, creemos que forma parte de esa estrategia y, es por ello que hemos seguido apostando por ello a pesar de sentir que hacemos ingentes esfuerzos para poder seguir haciéndolo.

Bueno, pues con todo esto del Coronavirus, se pone encima de la mesa algo super importante, pero para nada nuevo: los alquileres y las hipotecas. ¿Qué hacemos con la situación que estamos atravesando? ¿Qué hacíamos antes?

Antes, quizá teníamos más margen para conseguir el dinero, puesto que al poder hacer actividades y tener los espacios abiertos, nos podíamos procurar una parte de la recaudación que necesitábamos, además de las cuotas y las donaciones. Ahora, todo depende de nuestros bolsillos, aunque en gran parte antes también. Esto, va directamente relacionado con la situación tanto personal como social que estamos pasando (despidos, paro, E.R.T.E.’s, cierre del local e imposibilidad de hacer actividades, etc.) y vemos como los compañeros que conforman el proyecto y los que están cerca de nosotros (sin los cuales muchas veces hubiera sido imposible afrontar el pago de alguna mensualidad, y de los que estamos muy agradecidos), estamos en situaciones complicadas, ni más ni menos, que como el resto de la gente.

Acogemos y apoyamos la convocatoria de la huelga con mucho interés, puesto que vemos que plantea cosas urgentes y simples al mismo tiempo: las viviendas y los espacios que gestionamos y a los que damos vida, no son un negocio. Más claro no puede ser, más viejo el discurso, tampoco.

Nos hemos estado planteando qué hacer durante todo este tiempo, puesto que realmente las dificultades son reales y pensamos que podemos tener consecuencias negativas en un medio plazo. Pero también creemos que esas situaciones tensas, pueden hacer que tomemos fuerza en este asunto en concreto a la hora de plantear resistencias, acciones, discursos, redes de apoyo mutuo y afrontamiento de los desahucios y desalojos. Sentimos que estas reflexiones, no tienen el mismo sentido si no las compartimos con el resto de compañeros y proyectos (formen o no parte de algún espacio autogestionado, puesto que, al fin y al cabo, estos espacios – okupados o no – los usamos todos).

La huelga de alquiler es, en parte, una necesidad. Desde luego que lo asumimos conscientemente y sentimos propia la herramienta de la huelga como una forma de presión para conseguir cosas y para darle la vuelta a los chantajes del capitalismo. Pero vemos también que, antes que la conciencia, muchas personas están aplicando la necesidad. En nuestro caso, estas dos cuestiones van en paralelo y, ante todo, le dotamos de un sentido político y social a la acción de no pagar el alquiler, sea por lo que sea y, aunque buena parte venga por una necesidad arrastrada desde hace bastante tiempo.

La cuestión es, ¿cómo podemos afrontar todo esto de la forma menos atomizada posible? ¿Cómo plantear esto de forma colectiva, de la misma forma, que los centros sociales okupados, han planteado a lo largo de la historia, espacios comunes para resistir y apoyarse mutuamente?

Abrimos este melón y esperamos que suscite reflexiones a los compañeros que nos lean. No nos gustaría que este problema que se plantea fuera exclusivo de los espacios alquilados, si no, de todos los compañeros y proyectos que hacen uso de ellos. Si los locales son espacios colectivos, los problemas también deberían de serlo, o al menos, así lo pensamos nosotros.

No pretendemos sentar cátedra de nada, de hecho, estamos debatiendo mucho sobre distintos aspectos de esta huelga, sobre las consecuencias que podemos tener no muy tarde, sobre cómo comunicarnos con los compañeros, sobre cómo hacer que esta acción tenga más repercusión y no se convierta en un hecho aislado, etc. sabiendo y entendiendo que no todos tenemos que llegar a las mismas conclusiones o que no todos atravesamos las mismas circunstancias. Quizá no se trate tanto de que, absolutamente todos los locales, se pongan en huelga, si no, de ver cómo apoyamos a quienes si van a hacerla de la forma que sea.

No tenemos ideas cerradas ni totalmente claras, es por eso que lanzamos estas reflexiones. Pretendíamos informar sobre nuestra situación, lanzar un debate sobre la actualidad que nos acompaña y saber qué opinan el resto de compañeros.

También vemos importante que, en los momentos que estamos viviendo, la ruptura del aislamiento entre nosotros, es imprescindible. A pesar de las diferencias, nos interesa saber qué debates se están dando en torno a este asunto en el resto de espacios y proyectos. A pesar de no llegar a puntos en común, este escenario es nuevo para todos y creemos que es importante tratar de dar a conocer nuestras posturas frente a un problema inminente, real y urgente.

Es importante ahora más que nunca, en tiempos de represión y estado de alarma y todo lo que vaya a dejar a su paso la gestión del Estado de la pandemia, que seamos capaces de reproducir la lucha en la calle. Nuestra fuerza reside en la calle, en la presión, en el desborde; no en los despachos, ni en los tribunales -a pesar de que a veces nos veamos arrastrados a ellos-, ese es el terreno del estado y los propietarios. A la larga, ahí, siempre ganan. La huelga es una contribución más a la olla a presión. Es un elemento de oposición y conflicto como tantos otros pueda haber en infinidad de campos. Lo importante es que todos partan del espíritu de la autonomía frente a instituciones y partidos políticos, de la acción directa, es decir de que la lucha parta de nosotras mismas desde el apoyo mutuo y la solidaridad. Procurar evitar toda centralización de la lucha, apostar por su propagación fuera de todo margen o límite, experimentar las infinitas posibilidades de encuentro, coordinación y lucha al margen de estructuras rígidas y burocráticas. En resumen, fortalecer el conflicto con la realidad que nos ahoga y explota fuera de las redes sociales y las pantallas, fuera de los despachos de abogados y jueces: en las calles de nuestras ciudades, pueblos y barrios.

Os dejamos con unas preguntas como sugerencia y esperamos que alguien se anime a darle una vuelta a esto (pública o privadamente). Por nuestra parte, estaremos encantados de responder de la forma que sea.

  • ¿Cómo crear redes de apoyo y comunicación entre locales que están atravesando una situación de impago?
  • ¿Es necesario que todos hagamos huelga al unísono? ¿De qué otras formas se pueden apoyar a quienes si están haciendo huelga? (cajas de resistencia, por ejemplo).
  • ¿Qué ventajas vemos a la hora de negociar con los caseros sobre la reducción de un alquiler? ¿Bajo qué condiciones se tendría que dar esta reducción? (por ejemplo, que no vuelva a subir tras el fin del estado de alarma, puesto que la dificultad no hará más que acrecentarse con el paso del tiempo. Así, se hace entender que el estado de alarma es un tiempo insuficiente).
  • ¿Qué ocurre si un local decide dejar de pagar? (porque no puede o porque no quiere). ¿Cómo nos planteamos la defensa de estos espacios en tal caso cuando lleguen los procesos judiciales de desahucio? ¿Qué posibles acciones vemos interesantes para llevar a cabo?