Marco Camenisch
El compañero lleva más de veinte años en prisión y su situación es complicada ya que la condena se le acaba en 2018 pero se sospecha que el Estado suizo le quiere aplicar la condena perpetua.
«Si ahora hablo largo y extenso no es para justificarme o para pedir clemencia. Quiero solamente aclarar por qué se han hecho algunas cosas y por qué es necesario hacer cosas. No quiero demostrar que hemos actuado de la forma estratégicamente correcta.
Hemos respondido a la guerra del Capital como víctimas del Capital. Afirmamos no reconocer esta Corte, sometida a la burguesía capitalista. Afirmamos que, si nos presentamos, lo hacemos para no facilitar a la justicia de clase la tarea de declararnos locos, marionetas peligrosas, para hacernos desaparecer en sus tumbas de cemento. No somos ni egoístas ni idealistas: somos seres humanos críticos y responsables, sin ninguna ambición de asumir un rol de mártires o de héroes. (…) Quien quiere entender tiene oídos para escuchar, quien quiere ver tiene ojos para leer y darse cuenta de lo que sucede cotidianamente en el mundo. Quien quiere pensar tiene el cerebro, quien quiere entender comprende el lenguaje de la humanidad y de la vida. Los cadáveres vivientes comprenden solamente la lengua del dinero, de la riqueza, del poder, de la ley. A esos solamente podemos decir: ´Considerando que sólo escuchan a los cañones, que no entienden otras lenguas, hemos decidido que conviene dirigir los cañones contra ustedes”.
El compañero Marco Camenisch nació en Campocologno (Suiza), en 1953. Cursó sus estudios en la escuela Schiers pero a un año de recibirse de bachiller dejó de cursar porque se negaba a seguir participando de “en un sistema escolástico que trata de forjar otra ruedecilla bien aceitada para el funcionamiento de los engranajes de una sociedad meritocrática y elitista, basada sobre los mecanismos de la explotación”. Después de esa ruptura ingresó a la escuela agrícola Plantahof pero, puesto en confrontación con la realidad de la agroquímica, buscó una alternativa en sintonía con el respeto a la naturaleza. Optó por la vida pastoril y en el aislamiento de la montaña sintió la necesidad de participar activamente en un cambio de las estructuras de la sociedad, así se incorporó a lucha ecologista radical.
El movimiento antinuclear suizo se había fortalecido a partir de la ocupación de los terrenos donde debía construirse la central de Kaiseraugst, en 1975, y en los años sucesivos se extendió al iniciarse la lucha contra la planta de Gösgen. Las movilizaciones fueron creciendo hasta llegar al año ’79, un hito decisivo en esa batalla ya que el problema había sido planteado a nivel parlamentario y era debatido abiertamente por el grueso de la gente. Pero las cosas empezaron mal, el 18 de febrero la denominada Iniciativa Antinuclear es derrotada en un plebiscito, 48,8% contra 51,2 %: las centrales atómicas seguirían proliferando. Al día siguiente un atentado destruyó el Pabellón de la Mentira, construido para hacer propaganda en favor de la central nuclear de Kaiseraugst. Los daños superaron el millón de francos. El 20 mayo se realizó una nueva consulta, allí triunfaron los ecologistas moderados: se aceptó la construcción de centrales nucleares, pero condicionados por toda una larga serie de requisitos.
Las noticias sobre el accidente nuclear en la planta estadounidense de Harrisburg y las campañas hechas durante el largo feriado de Pascuas no causaron el efecto deseado. Los verdes más radicalizados manifestaron su descontento, una ola de atentados azotó los cantones de Argavia, Soletta, Zurich, San Gallo y Ticino. Entre el 20 y el 22 de mayo fueron incendiados los automóviles de numerosas personalidades ligadas al negocio nuclear. A principios de junio 5000 personas ocuparon el predio donde se estaba construyendo la central nuclear de Leibstadr.
El 20 de agosto se produjo un accidente en la central nuclear de Beznau comparable al de Harrisburg, pero en esta oportunidad los mecanismos de seguridad funcionaron. Las autoridades hicieron todo lo posible para evitar que el desperfecto fuera explotado políticamente, tal es así que la noticia de lo sucedido llegó a Suiza a través de la cadena norteamericana de televisión CBS y el gobierno sólo se limitó a confirmarla.
En noviembre se inició una nueva serie de atentados con explosivos que se extendió hasta los últimos días del ’79. El 3/11 una carga de dinamita estalló en la central nuclear de Gösgen, que en ese momento se encontraba en la fase de prueba y cuya puesta en marcha se estipulaba para el día 19, produce daños por un millón de francos. El 13/11 explotó otra bomba, el blanco fue una torre de la línea de alta tensión Rheintal-West en el límite entre Suiza y Liechtenstein. La explosión le costó alrededor de 21.500 francos a la sociedad eléctrica NOK. El último golpe fue la noche de Navidad, exactamente a las 4.36 de la madrugada, el transformador de la central hidroeléctrica Sarelli se transformó en una montaña de escombros y hierros retorcidos. Los daños ascendieron a 1,4 millones de francos.
A partir de la bomba navideña comenzó a hablarse de Marco, y pasado el tiempo él también habló del tema:
“¿Por qué golpear la central Sarelli precisamente la noche de Navidad? No sólo por razones de seguridad. Quería hacer una demostración de solidaridad con Jesús, el conspirador, el nómada, el revolucionario, el rebelde, el combatiente partisano que en el Sermón de la Montaña decía claramente: ‘Bienaventurados los que ahora tienen hambre, porque serán saciados. Bienaventurados los que ahora lloran, porque reirán… ¡Pero ay ustedes los ricos, porque tienen ya su consuelo! ¡Ay a ustedes que están ya saciados, porque tendrán hambre! ¡Ay a ustedes que ahora ríen, porque tendrán pesar y llorarán!’ La nuestra ha sido una manifestación de rabia por la negación del Jesús del amor, de la fuerza, de los pobres, por una religión que desde hace 2000 años es arrogancia de clase y de raza. Pretexto para genocidios y conquistas, que se siente obligada a crear una imagen de Jesús servil, asceta, transcendente, opio de los pueblos. Las orgías navideñas, el consumismo, la falsedad en su nombre, le darían vómitos. ¡Vómitos y rabia!”
Después del atentado a la central Sarelli se produjeron una serie de detenciones, ofrecían 10 mil francos como recompensa a quienes dieran información sobre los «atentadores». Hubo una delación, la Fiscalía de la Confederación Helvética solicitó una orden de captura contra Marco Camenisch y René Moser. El 2 enero arrestan a René H., un ex marino mercante de 27 años que reconoció haber ocultado material explosivo pero negó su participación en los atentados; el 18 la policía cayó sobre Moser y Camenisch. Un año después llegó el juicio, la condena y el traslado de la cárcel de Coria a la de Regensdorf. Pero el encierro no duró diez años como preveía la ley. El 17 de diciembre seis personas escaparon de la cárcel de Regensdorf, Marco era uno de ellos.
Durante la fuga murió un guardia y otro resultó herido, tiempo después Marco publicó un artículo en el número 65 del mensuario anarquista Acción Directa.
“Ellos quieren ser nuestros señores, nosotros no queremos ser ni siervos ni patrones. Por eso nos han encerrado, por eso nos hemos evadido. Por eso hemos matado a un mercenario. Pero el asesino es el Estado, adiestrador de siervos voluntarios, ciudadanos soldados, policías y otros portadores de uniforme, de los cuales algunos son robots sin ningún instinto de conservación, que en las prisiones de sus patrones torturan y hacen estragos contra la más elemental dignidad humana. (…) No contentándose con asesinar, el Estado hace también de chacal, explotando cadáveres para mantener, profundizar y restablecer la interiorización de la opresión, y la opresión misma.
Con éxito, considerando el hecho de la corona de flores enviada por algunos presos a su negrero muerto.”
La prensa se olvidó de Marco hasta el otoño (boreal) del ’89, cuando murió su padre. La policía esperó agazapada la llegada de nuestro compañero, pero él no apareció.
El 3 de diciembre fue asesinado un guardia fronterizo, lo único que se supo del asesino era que tenía barba, suficiente para responsabilizar a Camenisch. Pero ese día Marco – y sin barba – estaba en Campascio junto a su madre y su hermano, en la casa de una familia que lo ayudó a huir hacia Italia.
El 5 de noviembre de 1991, después de un violento tiroteo cerca de Cinquale de Montignoso (Italia), los carabinieri detuvieron a Giancarlo Sergiampietri y a Walter Naf, quien en realidad era Marco. Durante el tiroteo Camenisch fue herido en ambas piernas, pero sus heridas fueron algo secundario en comparación con la lluvia de acusaciones que cayó sobre él. El diario italiano Corriere de la Sera informó el 12 de noviembre sobre explosión de dos bombas en Toscana, una dañó un albergue en Cinquale y la otra un poste de la empresa nacional de energía ENEL en Montignoso. En el artículo comenzaban a aparecer las primeras especulaciones: “Ayer en la Fiscalía de Massa Carrara hubo una reunión para tratar de establecer si existen conexiones entre los dos atentados – uno realizado con la misma técnica con la que desde hace tres años han sido dañados más de 20 postes en Toscana – y el arresto del terrorista suizo Marco Camenisch, sorprendido por los carabinieri junto a un cómplice mientras transportaba un kilo de explosivos, probablemente destinados a una acción contra los postes de las centrales de Massa…”.
En Italia Marco se había relacionado con los compañeros de Carrara, a quienes sólo les dijo que se llamaba Martino. Luego de la detención el periódico libertario Umanitá Nova publicó un comunicado: “En posesión de Martino han sido halladas dos pistolas y dos rudimentarias bombas de mano, e inmediatamente la prensa local reprodujo los papeles relativos a la pista del ecoterrorismo y del terrorismo internacional. Martino parece haber sido identificado como Marco Camenisch, un compañero suizo prófugo desde hace varios años después de la evasión de la cárcel de Regensdorf. Por ahora el movimiento anarquista – en cuanto parece – es dejado afuera de toda vinculación, pero también es posible la construcción de una mega-banda-terrorista-internacional…”.
Marco fue juzgado por tentativa de homicidio, portación ilegal de armas y de material explosivo, y por los atentados contra torres de alta tensión y antenas repetidoras de la RAl (televisión estatal italiana). En la primavera del ’93 fue condenado a 12 años de cárcel y al pago de 400 millones de liras a la ENEL. Durante el proceso en Massa, nuestro compañero se comportó sólo se limitó a leer sus manifiestos:
“Hace ya muchos años afirmaba que quien comprende el modo de proceder del capitalismo y comprende que sus exigencias son totales, que sabe que con este sistema las previsiones para el futuro son nulas y no quiere ser cómplice, esclavo y víctima de esta delirante dictadura consumofascista, debe por la fuerza oponerse, combatirla con todas sus capacidades, con todas y con todos. Dije también que se trata de una lucha por la supervivencia desnuda y cruda, no más, desde hace años ya, concebible y necesaria sólo para salvaguardar la libertad, la dignidad, la Tierra y por esto del pan individual o de clase o de grupo, sea étnico, ideológico u otro. No se trata más de poder concebir y de luchar contra la explotación, guerra de rapiña, esclavitud, masacres. No, ahora se trata de la supervivencia de todo el planeta. No se trata de una crisis ecológica, sino de los últimos momentos antes del fin, de un demencial y criminal curso hacia el aniquilamiento total. (…) Las acusaciones que son expuestas aquí, no hacen más que honrarme. Ciertamente no he disparado contra la Cruz Roja, ni explotado a nadie, ni menos violentado a mujeres y niños… ¡Resignación y miedo es complicidad! ¡Contra la resignación, pensar lo impensable! ¡Contra el miedo, aprender el valor!”