Respuesta de Ted Kazcinski a algunos comentarios aparecidos en Green Anarchists
Me gustaría comentar algunas de las afirmaciones que fueron hechas respecto al manifiesto de Unabomber en el nº 40-41 de Green Anarchist. En un artículo que aparece en las páginas 21-22, Anti-Authoritarians Anonymous escribían:
[El] retorno a modos de vida autónomos y no domesticados no se conseguiría solamente mediante la eliminación del industrialismo. Tras dicha eliminación aún seguiría habiendo dominación de la naturaleza, subyugación de las mujeres, guerra, religión, estado y división del trabajo, por citar algunas patologías sociales básicas. Es la propia civilización la que debe ser desmantelada para llegar a donde Unabomber quiere llegar.
Estoy de acuerdo con gran parte de esto. Sin embargo, hay que tener en cuenta la cuestión de la factibilidad. Como se señalaba en Indsutrial Society and Its Future (ISAIF)[2], párrafos 208-210, la sociedad moderna depende de un elevado grado de organización social. Si esta organización se viese lo suficientemente perturbada, entonces la tecnología se hundiría, como consecuencia de ello lo que quedase de la organización social colapsaría y la sociedad retornaría a un estado preindustrial. Llevaría siglos reconstruir la tecnología y la correspondiente forma de organización social. Dado que el sistema tecnoindustrial está enfermo y es probable que se ponga aún mas enfermo, su destrucción es una meta que podemos razonablemente esperar alcanzar en las próximas décadas.
Sin embargo, la eliminación de la civilización misma es una propuesta mucho más difícil, porque la civilización en sus formas preindustriales no requiere de una elaborada y altamente organizada estructura tecnológica. Una civilización preindustrial requiere solamente de una tecnología relativamente simple, cuyo elemento más importante es la agricultura.
¿Cómo se impediría que la gente practicase la agricultura? Y dado que la gente practicaría la agricultura, ¿cómo se impediría que viviesen en comunidades densamente pobladas y formasen jerarquías sociales? Es un problema muy difícil y yo no veo la forma de resolverlo.
No estoy sugiriendo que el ideal o la meta última de la eliminación de la civilización deban ser abandonados. Sólo señalo que nadie conoce ningún medio factible de alcanzar esa meta en un futuro cercano. Por el contrario, la eliminación del sistema tecnoindustrial es una meta plausible para las próximas décadas y, de forma general, podemos ver qué hacer para alcanzarla. Por consiguiente, el objetivo en que debemos fijar nuestra atención en el presente es la destrucción del sistema industrial. Una vez lo hayamos alcanzado podremos pensar en eliminar la civilización.
Incluso si la civilización no pudiese ser eliminada, la destrucción del sistema industrial supondría un gran logro. (Véase ISAIF, párrafo 184).
Primero, grandes áreas de la Tierra son inapropiadas para la agricultura, y en ausencia de tecnología moderna que haga posible el transporte de productos agrícolas, estas áreas tendrían que volver a una economía pastoril o cazadora-recolectora (suplementada, sin duda, por una limitada cantidad de comercio con las áreas agrícolas).
Segundo (como ya se sugería en ISAIF, párrafos 184 y 198), la dominación de la naturaleza que lleva a cabo el hombre moderno depende de su tecnología. La vuelta a una tecnología preindustrial reduciría enormemente la capacidad del hombre para dominar la naturaleza, aunque no la eliminaría completamente.
Tercero, a pesar de que la guerra puede existir en las sociedades no industriales, en ninguna de ellas es ni de lejos tan destructiva como la guerra moderna.
Cuarto, aunque la eliminación de la tecnología moderna no destruyese el estado necesariamente, reduciría mucho su poder.
Quinto, a pesar de que la división del trabajo puede existir en las sociedades no industriales, en tales sociedades el trabajo está mucho menos dividido que en la sociedad moderna. Es decir, el trabajo está mucho menos especializado en las sociedades no industriales.
Por tanto, la eliminación del sistema industrial, además de ser una meta realista, sería un paso muy grande en la dirección correcta. Sin embargo, aunque acabar con el industrialismo sea una meta realista, esto no necesariamente implica que dicha meta vaya a ser alcanzada fácilmente. Al contrario, es demasiado probable que ganar esta batalla nos exija el esfuerzo más extremo. No podemos permitirnos dispersar nuestros esfuerzos[3] preocupándonos de otras metas. En lugar de esto, debemos considerar la destrucción del sistema industrial como el único y exclusivo objetivo hacia el cual dirigir todos nuestros esfuerzos. (ISAIF, párrafo 200).
En el artículo “Neither Left Nor Right But Forwards”, en GA 40-41, páginas 26-27, Shadow Fox dice que según FC/Unabomber, “los verdes/primitivistas militantes deberían distanciarse activamente de los ideólogos ‘izquierdistas’. Esto inevitablemente incluye a la anticuada ideología del conflicto de clases”.
A esto se responde en un artículo sin firma, “Greens, Get Real”, en el mismo número de GA, páginas 27-28:
En ISAIF, la clase, la raza y las demás opresiones son reconocidas, auque sólo como subsidiarias de la opresión tecnológica –FC discrepa con los izquierdistas ideológicos que hacen una “causa” de la opresión de otros.
Shadow Fox era quien más cerca estuvo de interpretar correctamente el significado de ISAIF. La lucha contra el sistema industrial podría probablemente ser entendida como una guerra de clases, pero, en tal caso, no es una guerra de clases del tipo tradicional. En la guerra de clases tradicional los trabajadores luchan contra la burguesía para controlar el sistema, o para obtener una cantidad mayor de los beneficios materiales que el sistema ofrece. Por tanto, la guerra de clases tradicional es incompatible con nuestra meta, que es destruir el sistema. Las clases sociales, en el sentido tradicional, son irrelevantes para nuestro objetivo. Desde nuestro punto de vista sólo son relevantes dos clases sociales: una clase consiste en la élite tecnocrática y la otra consiste en todos los demás. La lucha en contra del sistema podría ser vista como una lucha de clases contra la élite tecnocrática, pero es mejor verla como una lucha contra la tecnología, ya que al verla como una guerra de clases nos arriesgamos a caer en la ilusión de que aquello de lo que tenemos que librarnos es meramente una clase de gente concreta. Por supuesto, si nos librásemos de la actual élite tecnocrática pero mantuviésemos la tecnología, pronto surgiría una nueva élite tecnocrática. Debemos centrarnos en la tecnología en lugar de en la clase social que la controla, de modo que nunca olvidemos que es la propia tecnología la que ha de ser eliminada.
Al eliminar la tecnología estaríamos, en cierto modo, ganando todas las guerras de clases, ya que la eliminación de la tecnología moderna destruiría la forma actual de organización social, de modo que todas las clases sociales actuales dejarían de existir. Esto no asegura que no surjan nuevas clases sociales después, pero dichas clases existirán en un tipo de sociedad completamente diferente y los problemas que presenten deberán ser tratados de un modo completamente diferente.
Insisto en que la revolución contra la tecnología no debería ir dirigida a resolver los problemas de raza, género, orientación sexual, etc. Hay varias razones para ello.
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Incluso si todas las desigualdades de raza, género, etc. fuesen eliminadas, ello no supondría ningún avance en dirección a la destrucción del sistema tecnoindustrial. De hecho, acabar con la discriminación racial o de género sería bueno para el actual sistema porque eliminaría conflictos que interfieren en su funcionamiento y facilitaría el proceso de integración de los negros, las mujeres, etc., para que actúen obedientemente como dientes en los engranajes de la maquinaria social.
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El activismo en pro de la igualdad racial y de género y de los derechos de los homosexuales desvía la atención y la energía de la meta principal, que es, repito, la destrucción del sistema tecnoindustrial.
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Si usted tiene un coche viejo del que quiera deshacerse, ¿se pondría a arreglarlo para que funcione mejor? Si usted se pusiese a arreglarlo, habría que sospechar que su intención de deshacerse de él no es muy sincera. Queremos deshacernos de la totalidad del sistema tecnoindustrial, así que, ¿por qué deberíamos preocuparnos de intentar parchear sus fallos? ¿Por qué deberíamos esforzarnos en dar a los negros las mismas oportunidades de convertirse en ejecutivos de una multinacional o en científicos cuando lo que queremos es un mundo en el que no haya ejecutivos de multinacionales ni científicos? Tras la eliminación del sistema puede que haya problemas de raza, género, etc. pero esos problemas deberán ser resueltos en el contexto de la nueva sociedad que exista entonces. Cualquier solución que pudiésemos plantear ahora, en el contexto de la sociedad industrial, será inútil cuando la sociedad industrial deje de existir.
Sería fútil intentar planificar ahora una sociedad no industrial libre de racismo, etc. Podemos destruir la sociedad industrial, pero no podemos predecir o controlar la forma que tomará la nueva sociedad. (Véase ISAIF, párrafos 100-108). No sabemos qué tipo de problemas raciales o de género podrán existir en la nueva sociedad o qué se podrá hacer para solucionarlos. Esos problemas deberán ser dejados para la gente que viva en esa sociedad
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Cualquier grupo o movimiento que haga de los problemas relativos a la raza o el género una parte importante de su programa muy probablemente atraerá gente del tipo psicológico que hemos denominado “izquierdista”. En ISAIF (párrafos 213-230) se trata extensamente el peligro que esto supone. Es esencial que los revolucionarios antitecnológicos se separen rigurosamente del izquierdismo.
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La gente no va a dejar de discriminar a las minorías sólo porque ustedes digan que no se debe hacer. Para acabar con la discriminación tendrían que tener algún medio de hacer que la gente ejerza y reciba un trato justo. Esto implicaría algún tipo de organización fuerte y extensa capaz de imponer ese trato, y es probable que una organización semejante acabase volviéndose ella misma tiránica y opresiva. Es más, para llevar a cabo su labor dicha organización necesitaría unos sistemas de transporte y comunicación rápidos y a larga distancia y, por consiguiente, toda la tecnología necesaria para mantener esos sistemas de transporte y comunicación; lo cual en la práctica significa que tendría que seguir conservando la totalidad del sistema tecnológico. (Véase ISAIF, párrafos 200 y 201). Por tanto, el intento de acabar con la injusticia social haría mucho más difícil deshacerse de la tecnología.
Después de que el sistema tecnoindustrial haya sido eliminado, la gente podría y debería luchar contra la injusticia allá donde se tope con ella. Si embargo, siendo realistas, no podemos esperar acabar nunca con toda la injusticia social, sólo podemos esperar atenuarla.
La injusticia social siempre ha existido, incluso en algunas sociedades primitivas, y la gente de cada sociedad ha tenido que lidiar como ha podido con sus formas particulares de injusticia. Pero el problema que el sistema tecnoindustrial representa es muchísimo mayor y completamente nuevo. O bien el crecimiento desenfrenado de la tecnología nos conducirá a un desastre de una magnitud sin precedentes en la historia de la humanidad, o bien esclavizará definitivamente no sólo el cuerpo humano, sino también la mente humana y el mundo natural (Véase ISAIF, párrafos 143, 144, 169 y 170-178). En comparación, el problema de la injusticia entendida en el sentido tradicional, queda reducido a algo insignificante. Nuestro objetivo no debe ser la justicia social sino la destrucción del sistema tecnoindustrial.
Theodore John Kaczynski
Nota final para aquellos que duden que el problema de la tecnología sea incomparablemente mayor que el viejo problema de la injusticia social:
Creo que la inteligencia artificial está a punto de triunfar. (Cougals B. Lenat, Scientific American, septiembre, 1995, página 80).
Cuando los tecnócratas se hallen armados con ordenadores de inteligencia superhumana, ¿no serán acaso capaces de anticiparse a nosotros a cada paso?
[L]os robots que nos sirvan personalmente en un futuro cercano…no [son] ciencia ficción. Tenemos la capacidad ya –todo lo que se requiere es una ingeniería sólida. (Joseph F. Engelberger, Scientific American, septiembre 1995, página 166).
Los robots y los ordenadores inteligentes harán que el trabajo humano quede obsoleto, de modo que los tecnócratas ya no necesitarán a que la gente corriente trabaje para ellos. Los ejércitos y fuerzas policiales, compuestos por robots, serán incorruptiblemente leales a sus amos, otorgando a los tecnócratas un poder absoluto sobre todos nosotros.
Para alargar nuestras vidas y mejorar nuestras mentes, necesitaremos cambiar nuestros cuerpos y nuestros cerebros…[D]ebemos imaginar modos en los que repuestos nuevos para partes del cuerpo gastadas podrían resolver nuestros problemas de mala salud…Finalmente, usando nanotecnología, sustituiremos completamente nuestros cerebros…Las ciencias necesarias para llevar a cabo esta transición ya están siendo desarrolladas…Ahora los individuos son concebidos por el azar. Algún día, en cambio, podrían ser “compuestos” según determinados deseos y diseños…Los sistemas de pensamiento ético tradicionales se centran principalmente en los individuos…Obviamente, debemos considerar también los derechos y los roles de los seres de mayor escala –tales como las superpersonas que denominamos culturas y los grandes y crecientes sistemas llamados ciencias…¿Heredarán la tierra los robots? Sí, pero ellos serán nuestros hijos. (Marvin Minsky, Scientific American, octubre, 1994, páginas 109-113).
De un modo más preciso, los robots serán los hijos de los tecnócratas que los creen. No serán hijos de ustedes ni míos.
Ralph E. Gomory, antiguo director de investigación de IBM y que ahora es presidente de la Fundación Alfred P. Sloan…tiene una sugerencia para facilitar la labor de la ciencia: hacer que el mundo sea más artificial. Los sistemas artificiales, afirma Gomory, tienden a ser más predecibles que los naturales. Por ejemplo, para simplificar los pronósticos meteorológicos, los ingenieros podrían encerrar la tierra dentro de una cúpula transparente. (Scientific American, agosto, 1994, página 22).
Es dudoso que este proyecto en concreto vaya a ser alguna vez factible, pero da una idea del tipo de futuro que los tecnócratas nos tienen reservado.