[Australia] De revueltas juveniles en centros de menores y menores que soñaron con quemar sus escuelas
Extraído de La Rebelión de las Palabras.
“Mutilasteis trozos de mí,
me incrustasteis trozos de vosotros,
castigándome por reir
y por hablar con los otros”
“Padres, profesores, psicólogos y educadores… asesinos
Padres, profesores, psicólogos y educadores… policías
Os cargasteis la espontaneidad de un niño, la creatividad, la rabia y el cariño,
imponiéndonos aceptar valores que nos daban asco,
humillándonos por pensar que contábamos para algo…”
En los últimos meses (desde noviembre hasta comienzos de enero), el blog anarquista Dissacords (que realiza una excelente labor informativa sobre todo acontecimiento o instancia de lucha que tiene lugar en Oceanía y en el Sureste Asiático) estuvo difundiendo una serie de noticias sobre distintos motines que habían estado teniendo lugar en centros de menores de Australia, y que durante este tiempo han tenido cierta continuidad, en un pulso más o menos constante con las autoridades que respondieron con castigos y medidas represivas cada vez más severas. Desde escuadrones antidisturbios entrando y aplastando a les amotinades con porras y gases hasta el traslado de varies menores del centro de Parkville (Melbourne) a una prisión para adultos, al no surtir efecto los castigos anteriores por los sucesivos motines en ese centro de menores, fue la respuesta de unas autoridades sin duda ofendidas y asustadas por ver a un puñado de menores de edad (eternes silenciades siempre a la sombra del adultocentrismo hegemónico en un sistema que nos roba la inocencia y criminaliza la infancia y la juventud) disputándoles su monopolio de la violencia, peleándose con sus guardias y vandalizando y destrozando las instalaciones que les encierran. Para ver las noticias (en inglés), se puede hacer click a continuación:
- Revuelta en el Centro de Justicia Juvenil de Parkville (Melbourne)
- Continúan los incidentes. Disturbios en la prisión juvenil de Perth (el décimo motín en menos de 2 meses y medio).
- Disturbios otra vez en la prisión juvenil de Parkville (Melbourne)
- 7 menores de la prisión juvenil de Parkville en Melbourne transferidos a una prisión de adultos como represalia por otro motín más la noche del 9 de enero.
Al mismo tiempo, en algunas escuelas y centros de enseñanza de Australia han tenido lugar también actos de vandalismo y destrozos. Una escuela ardía en Perth (la policía afirmó que busca a una serie de jóvenes acusades de provocar el incendio) y otra era destrozada en Wulagi, dando como resultado la detención de 7 adolescentes acusades de causar los daños.
Si bien estos incidentes podrían ser evaluados desde una perspectiva “madura” y “sensata” como meros actos de rebeldía juvenil y vandalismo inconsciente sin ninguna intención o potencial de subvertir o cambiar nada, lo cierto es que, desde mi punto de vista, sí trazan una línea paralela, común, que invita a la reflexión.
Respecto a los centros de menores, la crítica es más obvia. Toda institución penitenciaria o carcelaria es una institución a combatir, cuestionar, subvertir y demoler, pues son la alfombra bajo la que el sistema barre las consecuencias visibles de sus numerosas contradicciones y abusos, es decir, a todas aquellas personas que ponen en evidencia que la desigualdad genera delitos y conductas violentas, y que la paz social es sólo un engaño para mantener intacto el statu-quo y dar apariencia de consenso a las reglas de una sociedad que vive sometida a los valores y dictados de la clase que rige y se beneficia del capitalismo y el Estado.
Me gustaría, no obstante, y dada la relación geográfica y temática entre los incidentes, centrarme en lo ocurrido en las dos escuelas en Perth y Wulagi.
Los centros escolares en el sistema capitalista siempre han sido relacionados con las instituciones penitenciarias en innumerables ensayos teóricos que van desde el libro “Entre cuadernos y barrotes: La educación desde el punto de vista de sus víctimas” de Carlos Mayhua hasta los libros del gran Pedro García Olivo como “El irresponsable“, “El enigma de la docilidad” o “El educador mercenario”, desde la Internacional Situacionista y aquel texto titulado “Sobre la miseria de la vida estudiantil” firmado por Mustafa Khayati hasta aquella emotiva carta escrita a su madre y padre por una adolescente griega anónima explicando sus razones para participar en los disturbios y movilizaciones que siguieron al asesinato policial del joven Alexis Grigoropoulos en diciembre de 2008, y esto por no mencionar numerosos textos escritos desde proyectos valiosos de educación y pedagogía libertaria o desde el propio ámbito profesional disidente, como sin ir más lejos el libro “Cachorros de Nadie: Descripción psicológica de la infancia explotada” de Enrique Martínez Reguera.
¿Por qué? Bueno, creo que basta con echar un vistazo rápido al modo en que se organizan y estructuran esas instituciones para ver el por qué, las comparaciones serán odiosas pero todo parecido con la realidad carcelaria no será casualidad. ¿Cuál es la diferencia entre permanecer obligatoriamente en una clase durante la mitad de tu día escuchando a respetables hipócritas que la mayoría de las veces sólo te cuentan el relato oficial, su falsa biología especista y patriarcal, su historia de vencedores, su ética de poca monta, sin apenas crear espacio alguno para la intervención y participación espontánea del alumnado, y hacerlo en una celda? ¿Cuál es la diferencia entre conceder una hora de patio con vallas y muros a un niño y concedérsela a un preso, si ninguno de los dos puede escoger marcharse? ¿Cuál es la diferencia entre aplicar medidas disciplinarias y severos castigos a un niño que desobedece a su profesor, no realiza la tarea o se salta las normas de cualquier modo, y enviar a un preso a aislamiento? No quiero poner al mismo nivel la experiencia de un niño que va a la escuela con la de una persona que está privada de libertad en cualquier talego, porque eso además de descontextualizar sería cometer una estupidez. Sólo trato de poner de relieve los paralelismos, que no son pocos.
Recuerdo que, cuando yo era un niño, en el colegio donde estudié secundaria había un profesor que tenía por costumbre aislar a tode alumne que considerase problemático para el correcto desarrollo de las clases. Así lo expresaba él mismo, y amenazaba literalmente con “aislar” ante cualquier desafío. El aislamiento consistía en sacar a le alumne conflictive del aula donde causaba problemas (o donde era objeto y víctima de dichos problemas, en muchos casos no manejados ni creados por esa persona) y trasladarle a otro aula vacía donde se le imponían una serie de tareas extra a resolver. Luego, se cerraba la puerta con llave y se le dejaba ahí durante una o dos horas realizando en su cuaderno los ejercicios ordenados, hasta que comenzaba la siguiente clase y entonces era devuelte al aula. Si en ese tiempo no estaba hecha la tarea, el siguiente paso era privarle del patio para seguir trabajando. Si una vez de vuelta en el aula el comportamiento persistía, llamada a les adultes al cargo y más castigos tanto en la escuela como una vez de vuelta en casa. ¿Qué diferencia metológica o paradigmática existe entre esta atrocidad y la de enviar a una persona presa a una celda de aislamiento por, por ejemplo, negarse a entrar en su celda, escoger hacer ayuno en apoyo a otres compañeres preses o a movilizaciones del exterior, insultar a un funcionario o no cumplir las normas? Ninguna. Bueno, sí, la edad de la persona que sufre el castigo. Y es aquí donde conviene detenerse. ¿Son las escuelas algo más que cárceles para niñes?
Considerando ésto, no resulta descabellado ni cuesta entender por qué muches niñes sueñan en su interior o soñaron alguna vez con quemar su escuela, tirar los pupitres por la ventana, joderle el coche a ese profesor que les hace la vida imposible y declarar como una poesía una vida sin escuelas. Tal vez se trate, por supuesto, de actos aislados de gamberrismo, o de la simple sed de protagonismo de un puñado de adolescentes, puede ser, pero creo que deberíamos mirar un poco más allá y que las escuelas dejen de ser vistas como supuestos templos del saber, y empiecen a ser vistas como lo que son, herramientas de adocenamiento y adiestramiento de futures esclaves de la sociedad capitalista, patriarcal, antropocentrista, ciudadana, neo-colonial y videovigilada en la que vivimos, campos de exterminio para los sueños de donde tode individue debe salir perfectamente formade, preparade y educade, perfectamente resignade, mareas de siervos obedientes y delatores satisfechos que hayan olvidado su propio yo y circulen en silencio por las calles de las ciudades exactamente igual que circulaban por los pasillos del instituto, sin correr, sin pensar, sin pararse demasiado tiempo a hablar ni agruparse en pandillas demasiado grandes, siempre con estrés y con una voz que les mete prisa, trabajando y consumiendo los suplementos de una vida arrancada a golpe de cuadernos y castigos antes siquiera de haber podido comprender el significado y el valor de la rebeldía, la intuición, la espontaneidad o la curiosidad que mueven a les niñes.
¡Porque todas las escuelas son centros de menores!
¡Abajo los muros de todas las prisiones!
Fuerza para la chavalada amotinada en los centros de menores de Melbourne,Perth y más allá.