Venta de armas, invasiones, guerras, masacres humanitarias, negocios multimillonarios, asesinatos de Estado, reconocimientos honoríficos a genocidios, autoridad, nacionalismo exacerbado, estados de emergencia permanentes… eso es lo que trae consigo el militarismo.
El negocio de las armas
La defensa de los países y todo lo que ello conlleva es una prioridad para cualquier estado que se preste. La militarización y la creación de cuerpos específicos para cumplir dicha función es algo que implica asumir que una gran de dinero proveniente de fuentes públicas y privadas va a ir destinadas a tal fin. A través de un considerable aumento de un 10,7% en el gasto destinado al Ministerio de Defensa y añadiéndole gasto militar camuflado en otras partidas presupuestarias como el Ministerio de Hacienda o de Interior, se obtiene una suma de más de 30.000 millones de euros destinados a todo lo relacionado a la defensa, militarización, control social y represión.
Y es que así lo defendía Isabel Celáa, Ministra de Educación y Portavoz del Gobierno cuando afirmada que “el gasto en Defensa es, efectivamente, gasto social” justificándolo con la creación de puestos de trabajo tal y como afirmaba Celáa: “Se prevé la creación de 7.000 puestos de trabajo al año. Son gastos que se dibujan para un escenario de 15 años”. El Consejo de Ministros tiene previsto dar el visto bueno a la construcción de cinco fragatas F-110, los vehículos 8×8 para el Ejército de Tierra y la modernización del avión caza Eurofighter, entre otros elementos, destinados a la participación en guerras, represión y presencia militar dentro y fuera de nuestras fronteras.
En el caso de la venta de armas, España vende armas a casi todos los países que están en conflicto actualmente. Más allá de Arabia Saudí (siendo España el cuarto país que más armas exporta a este país por detrás de EEUU, Francia y Reino Unido) y la reciente polémica con los trabajadores de Navantia por la venta de 400 bombas que caerían en Yemen, España vende armas a Camerún, Marruecos, Pakistán o Venezuela (por ejemplo) obteniendo millones de euros por ello. Por lo tanto, al gobierno no le resulta tan fácil deshacer contratos armamentísticos así como así dado que, por ejemplo en el caso de Arabia Saudí, ha supuesto unos ingresos de 161 millones de euros desde el año 2015 hasta ahora. En 2003, Afganistán e Irak recibieron armas españolas, Yemen también lo hizo antes de los 2000 y Libia, uno de los grandes infiernos para los refugiados, pagó entre 2017 y 2018 más de 800.000 euros para recibir material de defensa desde los puertos españoles. Las empresas más importantes son Airbus Military, Navantia e Indra.
Participación en guerras
De la misma forma que España no se mantiene neutral en los conflictos en el momento en el que decide exportar armas a países en guerra, tampoco lo hace enviando soldados a las mal llamadas “misiones exteriores” o “humanitarias”, como las conocidas en Afganistán en el año 2001, en el Líbano en el año 2006, en Libia en el año 2011, Somalia en 2009, Kosovo en 1999, Bosnia en 1992 entre otras. Muchas de ellas camufladas y justificadas como misiones de observación de conflictos, de ayuda a refugiados o de catástrofes humanitarias pero que son invasiones y misiones de guerra que aumentan los conflictos existentes y alimentan la cifra de masacres humanas llevadas a cabo por los ejércitos de todos los países.
Plan de lavado de cerebro
La importancia de los ejércitos en los Estados radica en la necesidad de crear territorios infranqueables y blindados ante cualquier amenaza externa (ataques, guerras, invasiones) o internas (rebeliones, sublevaciones, guerras civiles, etc.). La defensa de las fronteras es condición inseparable de cualquier país que se preste y para ello, se utilizarán todos los métodos posibles con tal de demostrar que así será. Además, el propio Estado tiene que justificar la presencia militar (y policial) con grandes campañas, enaltecimientos a la nación y al patriotismo (periódicamente y en fechas señaladas como el 12 de Octubre mediante un desmedido desfile con el único objetivo de mostrarle a la sociedad lo bien dotados que están), con mensajes subliminales, propaganda y parafernalia en pro de exaltar lo bélico y militar (como en muchos stands de ferias o en eventos sociales en los que están los militares mostrándoles a la gente – en muchas ocasiones niños – cómo funciona un arma o en qué consiste su función y, de paso, animándoles desde pequeños a formar parte del ejército), o mediante la creación de un enemigo interno y externo que justifique su existencia, y de paso, que sirva para aumentar el control y la presencia militar en las calles con la excusa del miedo, el terrorismo y la seguridad.
El plan de lavado de cerebro para quienes aspiran a ser soldados “por y para España” comienza con un sutil mensaje en el que, a la persona, se le hace protagonista y héroe en situaciones loables y de reconocido calado social, como son las labores humanitarias, la asistencia en catástrofes o la mediación en conflictos bélicos. La historia puede continuar con una interesante oferta laboral en la que se muestra el camino del éxito, el buen sueldo, la estabilidad laboral y el trabajar para el Estado (un funcionario de toda la vida). Además, muchos son atraídos al mundo del belicismo, las armas y los ejércitos, encantados con el halo de autoritarismo, la superioridad, la valentía y la lealtad a la patria con la que se acercan a un potencial grupo de chavales (y no tan chavales) descontentos con la actualidad, con trabajos precarios o sin trabajo y sin muchas aspiraciones en la vida.
La educación militar más o menos indirecta a la que estamos sometidos, crea un caldo de cultivo importante a la hora de fabricar pensamientos enlatados, sin muchas críticas ni ganas de sacar demasiadas conclusiones puesto que vale más la adrenalina que se genera por el hecho de portar armas, participar en batallas y tener autoridad que el cuestionarse si tiene o no algún sentido más allá del ego personal y de la exaltación del odio a través de la bandera de la democracia.
Adoctrinamiento infantil
“Conocimiento de la Seguridad y la Defensa Nacional en los centros educativos” es la asignatura que el gobierno del PP pretende adoctrinar en los colegios a los niños de educación primaria. Esta propuesta consiste en impartir una asignatura a los niños de entre 6 y 12 años y es un documento de 240 páginas pensado para “fomentar la cultura y la conciencia de la defensa”, crear un proyecto para el “conocimiento de la seguridad y la defensa en los centros educativos” y “promover el conocimiento y sensibilización de los jóvenes escolares sobre los temas relacionados con la paz, la seguridad y la defensa”.
Entre la teoría que recoge este temario, se encuentran fichas con fotos en las que se explican los tipos de armas, vehículos y herramientas que existen presentándolas como “objetos de valores tradicionales”. Así mismo el temario se completa con actividades didácticas y ejercicios como uno llamado “nos vamos de desfile” en el que se les enseña un video de las Fuerzas Armadas a niños de 1º y 2º de primaria para que después hagan con plastilina el vehículo que más les haya llamado la atención. O la actividad “queremos ser militares” en la que se les explica a los niños los requisitos para acceder a las fuerzas armadas.
Las unidades sucesivas giran en torno a la bandera y la patria con actividades como “los símbolos de la patria”, “izamos la bandera” y le sigue un ejercicio que servirá para que los más pequeños aprendan el himno del ejército del aire.
A parte, entre estos temarios reseñados, existe uno que se llama “asistencia en Iraq” en la que se explican distintos conflictos armados y “amenazas que ponen en riesgo nuestros valores” haciendo alusión a la invasión en Iraq como “asistencia”.
Para acceder al documento completo, se puede hacer mediante este enlace: https://sede.educacion.gob.es/publiventa/proyecto-conocimiento-de-la-seguridad-y-la-defensa-en-los-centros-educativos-materias-curriculares-educacion-primaria/educacion-etica/22436
Presencia militar en las calles: más cerca de lo que pensamos
La militarización de las ciudades europeas con un aumento de la presencia de soldados en las calles, es ya un hecho que se venía anunciado hace bastantes años.
Un informe de la OTAN llamado “Urban Operation in the year 2020” advertía de lo que hoy ya es una realidad: militares patrullando las ciudades, un cuerpo de policía cada vez más militarizado y la creación de Estados de excepción con alertas antiterroristas de forma permanente. En este informe de la OTAN elaborado en el año 2003 y de acceso público, se marcan las directrices de la guerra en las ciudades modernas para el año 2020.
Los gobiernos cuentan con un más que posible colapso del sistema y del capitalismo. Sus recursos se agotan, sus teorías y planes son aplicables a muy corto plazo y ello tiene unas claras limitaciones a la hora de solventar los problemas de la población, incluso de aquellos que ocupan una buena posición social. Y es que el planeta y su explotación no son infinitos. Los recursos se han ido consumiendo a ritmos vertiginosos, las crisis de combustible, entre otras, hacen que se nos intenten colar nuevas formas de energía supuestamente renovables y ecológicas. Y con ello, un nuevo modelo de consumo (coches eléctricos, electrodomésticos inteligentes, domótica…).
Los gobiernos son plenamente conscientes de que el abastecimiento necesario para mantener todos los servicios que a día de hoy tenemos implantados, son escasos y no tienen una previsión para muchos años más. Es decir, las generaciones venideras ya podrían empezar a notar cambios más bruscos y nosotros ahora ya estamos viéndolo.
El circuito del dinero ha explotado. Se ha hinchado tanto que se ha desbordado y cuando estaba tan sumamente hinchado, los especuladores y políticos no han dudado en derrocharlo mercantilizando absolutamente todo: el agua, el aire, la comida, los terrenos… como consecuencia nos encontramos con áreas vegetales completamente desforestadas, sequía, contaminación que ha alcanzado niveles altísimos, enfermedades asociadas a la nocividad del aire y de más factores (ondas, por ejemplo), tierras que ya no son fértiles, dinero estancado en ciertos sectores y, escasez y pobreza en otros. El precio de la energía ha alcanzado precios desorbitados, aunque si bien ya lo fue desde hace mucho, ahora resulta un artículo casi de lujo. Los bienes más básicos y necesarios no pueden ser accesibles por una gran mayoría de la población. La avaricia de los constructores hace que se produzcan cada vez más expulsiones, desahucios y desalojos provocando que la gente tenga que irse a vivir al extrarradio, a viviendas precarias, okupadas o a la calle. La política fue hecha para las clases altas, los que tienen dinero, los que pueden consumir. Pero ya ni siquiera hablamos de consumir cualquier cosa extraordinaria que no es necesaria para vivir, hablamos de poder abastecer las necesidades más básicas. Es decir, el capitalismo y los recursos se agotan para todos.
A los gobiernos y capitalistas se les ha ido de las manos. Han colapsado su propio sistema y ahora, no hay marcha atrás. Ni con medidas eco, ni con alimentos bio, ni con leyes sostenibles. La Tierra da de si hasta un punto, y éste se está alcanzando.
Ante esto, resulta bastante probable el hecho de que se sucedan distintas revueltas y rebeliones en las metrópolis y zonas rurales por distintas razones (carestía de los recursos básicos, desahucios y desalojos, medidas más austeras por parte del gobierno, recortes, aumento de la represión y el control sobre la población, etc.) como consecuencia inseparable de un sistema que está llegando a su fin. Ello, pondría en evidencia los valores que tanto nos han inculcado y se mostraría la cara más desagradable (más aún) de un capitalismo voraz que estaría a punto de terminar tal y como ahora lo conocemos. Como ha afirmado el secretario general de la OTAN Jens Stoltenberg “una rápida capacidad de reacción es imprescindible en un mundo que se ha vuelto muy voluble, tenemos que estar preparados para lo imprevisto”.
Como respuesta, los estados se van cubriendo las espaldas poco a poco ante aquello que ni ellos son capaces de solventar. Y es que llevan muchos años dotándose de herramientas y tácticas para ir poniendo soluciones a los problemas venideros. Soluciones que pasan por lo militar, claro está, consistentes en un control preventivo con el fin de ir acostumbrando a la población al hecho de presenciar militares patrullando las calles o viviendo en estados de alerta constantes ante supuestas amenazas terroristas. Esas alertas terroristas tienen como finalidad el crear un enemigo externo o interno que pueda argumentar el hecho de que se aumente el control social, policial y militar en un territorio concreto con la excusa de la seguridad y el miedo.
Las nefastas consecuencias que se extraen de estos planes de futuro para ser aplicados en nuestra vida cotidiana, pasan por resignarnos o rebelarnos ante lo que está por llegar. No acostumbrarnos a encontrar presencia militar y policial en las calles, no sucumbir al miedo que quieren generar con sus estados de alerta y ser conscientes de que ante cualquier atisbo de revuelta o lucha en las calles, el Estado pondrá en marcha todo lo que tenga a su alcance enviando a los soldados cuando lo crea conveniente y dotando a la policía antidisturbios de un carácter cada vez más paramilitar.
Sin miedo, conociendo al enemigo y sin dar marcha atrás, esperamos que esto sirva para plantear nuevas estrategias frente al futuro que viene para plantarles cara a aquellos que quieren aniquilar cualquier signo de lucha y auto-organización.