[Análisis] Cuando la policía se viste de chándal. 25-09-2020, Crónica de una manifestación traicionada.
Recibido por correo electrónico
El pasado 25 de septiembre un grupo de personas fuimos a la Asamblea de Madrid acudiendo a un llamamiento de solidaridad con unas compañeras detenidas en la concentración del jueves 24 en el mismo lugar.
Al llegar se respiraba un ambiente combativo y de rabia. La manifestación parecía que salirse de los márgenes a los que estamos acostumbradxs, de la normalidad y de la legalidad. Parecía que estaba fuera de la policía y que esta iba a llegar en cualquier momento, pero no nos importaba, estábamos dispuestas a enfrentarles.
Cuando aparecieron los primeros furgones varios grupos intentaron cruzar contenedores para enfrentarles, pero unos autoproclamados dirigentes comenzaron a increpar a las personas que intentaban generar conflicto. En ese momento comenzamos a darnos cuenta de que la mani estaba siendo guiada lejos de la policía y de las calles grandes donde pudieramos tener más visibilidad, incidencia y capacidad de molestar a nuestros enemigos.
Después, al pasar delante de la comisaría, algunas personas intentaron atacarla enfrentándose primero al cordón policial que la protegía pero de nuevo los autoproclamados dirigentes volvieron a actuar de apagafuegos presionando a la manifestación para que siguiera y pasara por alto esta situación, como si fuéramos su rebaño.
La manifestación continúo por fin dirección a la albufera. Muchas de nosotras estábamos esperando esto con ilusión. Por fin estábamos en una calle principal llena de inmobiliarias, bancos y demás responsables directos de la gentrificación y otros problemas sociales de de nuestro barrio. Teníamos por fin la oportunidad de destruir sus templos, de molestar y hacer íncomoda su existencia en nuestras calles, incluso teníamos la oportunidad de bajar la Albufera y acercarnos a la frontera que la policía y el gobierno con sus medidas de segregación nos han impuesto. Sin embargo cuando apenas habíamos empezado a caminar la calle, de nuevo, lxs autoproclamadxs dirigentes hicieron un cordón para velar por la tranquilidad de la Albufera, un cordón igualito al que antes había hecho la policía para proteger la comisaría, llegando a amenazar a compañeras que cuestionaron su actuación.
En ese momento todas entendimos las intenciones de quienes manipulaban la manifestación, hacer una marcha masiva y pacífica que les aportara fotos bonitas para su futura carrera política. De ese modo quedó sepultada la combatividad de la manifestación y se esfumó cualquier oportunidad de generar conflicto.
Al final de la manifestación pudimos presenciar, ¡sorpresa! Las mismas caras de los autoproclamados dirigentes que habían estado guiando la manifestación, ahora pronunciaban un mitin con un tono triunfal acerca del esperpento que acababamos de presenciar. Para nosotras, su victoria era una traición. Lo que nos ha quedado claro es su afán de liderazgo y protagonismo, y la legitimidad que sienten para decidir sobre la respuesta que miles personas quieran dar ante la violencia policial. Pero la calle también es nuestra y no aceptamos los mandatos de ningún político o policía; con traje, uniforme, o chandal de adidas.
Lo primero que queremos recoger tras esta crónica, es la tendencia que existe a la manipulación de las masas, el control de las protestas y la contención y sofocación de revueltas. En momentos de crisis e inestabilidad política, nos parece igual de importante aprender a enfrentarnos a la policía como afrontar y defendernos de este tipo de grupos políticos. Ya hemos vivido estas situaciones en el pasado, cuando en las segundas marchas de la diginidad que se convocaban, con una trayectoria de conflictividad en la calle que se mantenía en el tiempo, apareció un cordón de autoproclamados dirigentes defendiendo la calle génova para que se pudiera desarrollar el mitin de la organización política de turno en perfecta calma. Esto supone un momento clave en un proceso social e histórico en el que el Estado español ha vuelto a pacificarse en los últimos años, cuando las condiciones de vida son incuso más miserables a día de hoy. Y estas situaciones se han repetido en diferentes momentos y contextos. Debemos dejar de verlas como algo aislado que responde a una circunstancia concreta y ponerle el nombre que se merece. Para aquellxs que luchemos por la revuelta y la ruptura con lo existente, enfrentarnos a estos dirigentes políticos es básico.
Nos parece cursioso e irónico vivir en una manifestación antirrepresiva estas actitudes represivas, no sólo por el control que ejercen sobre las personas, si no por la criminalización de la disidencia. Estamos hartas de oír el discurso de las infiltradas, negando cualquier tipo de conflicto real. El poder invisibiliza y castiga a partes iguales cualquier postura antagónica. Por esto, el discurso de «lxs infiltradxs» nos parece represivo. Niega una postura política y unas estrategias que tienen su propia historia y son parte de los movimientos sociales.
Vivimos en una sociedad sometida al control social, por lo que vemos igual de necesario atacar como cuidarnos de la represión entre compañeras. Por esto optamos por taparnos la cara, para golpear todo lo que dia a dia nos niega como libres individuos, a todas las culpables de la gentrificacion y la miseria del barrio, a quienes han torturado a las compañeras detenidas. Porque ya no faltan motivos, vemos necesario el ataque como herramienta para devolver todos los golpes que nos han dado.
No creemos en manifestaciones dirigidas por grupos políticos, ni creemos en el «consenso» que pretenden imponernos. Para nosotras las protestas deben ser incontrolables y creemos en la estructuración de estas mediante grupos de afinidad que nos aporten seguridad y autonomía para la acción. Entendemos que la gente tenga diferentes estrategias, pero nos parece inadmisible que ningún grupo político se adjudique la legitimidad de controlar a una masa de miles de personas. Creemos que todas las participantes en esa manifestación veníamos con nuestros propios criterios y nuestro grupo de colegas con el que actuar según nuestras inclinaciones. Nos pasamos la mitad de la manifestación pensando que en cualquier momento acudiría la policía al enfrentamiento y al final descubrimos que la policía sabía que no necesitaba venir, porque habían pactado el control de la manifestación mediante los propios organizadores.
Aceptamos las estrategias pacíficas y puramente demostrativas dentro de una multiplicidad y diversidad de éstas. Lo que no aceptamos es la represión y la condena, así como no aceptamos el pacifismo como discurso hegemónico. Creemos que el pacifismo parte de una posición privilegiada de quienes no necesitan afrontar esta miseria y conflictividad en su día a día. En otros lugares y circunstancias la gente no puede elegir el pacifismo, millones de personas se enfrentan sin elección día a día a los conflictos que generan los intereses del «primer mundo». Algunas personas afrontan sin haberlo elegido el acoso y la violencia policial cotidianas. Reprimir la rabia de toda una manifestación para evitar que nos llevemos palos, sólo puede partir del privilegio y además nos condena a la perpetuación de la miseria y al estancamiento de las luchas dentro de los márgenes de lo permitido. Estas actitudes también condenan al barrio a la miseria que ya vive.
Es curioso que estas actitudes autoritarias se ejerzan en nombre «del barrio». Algunas entienden que defender nuestro barrio es mantener los contenedores en su sitio y a la manifestación lejos de la policía, los bancos, inmobiliarias, etc. Nosotrxs entendemos que cuando luchamos por «nuestro barrio» no lo luchamos como es. No queremos un territorio dominado por el capitalismo y las políticas del gobierno de turno. Queremos un barrio en el que seamos capaces de mantener a la policía a raya, en el que seamos capaces de suponer un problema para aquellos que quieren abrir una sucursal o casa de apuestas. Y esto, pensamos, sólo es posible mediante la ofensiva. De poco nos sirve «el barrio» como concepto abstracto que sólo nos une por la cercanía en la que vivimos. Vallekas también lo habitan fascistas, policías, y entidades capitalistas. Por eso la parte de unidad y convivencia que se pretende ensalzar, pierde todo sentido si no se hace desde la conflictividad hacia la presencia de nuestros enemigos en nuestro propio territorio, si es que realmente pretendemos hacerlo «nuestro».
Nuestra propuesta política es el conflicto, y vamos a estar en las calles para atacar al poder en cada oportunidad que tengamos, con o sin crisis, con o sin pandemia. Contra toda autoridad, y por una lucha sin líderes políticos ni concesiones con el poder.
Ni mandar, ni obedecer. Por la anarquía y la revuelta.
Algunxs anarquistas.