La epidemia terrorista. Emile Henry – Ravachol.
Recibido por correo electrónico.
¿Qué nos hace sentir hermanados a Mauricio Morales, compañero que cayó mientras transportaba un artefacto explosivo al cuartel de carabineros de Chile?, ¿y a Simón Radowitsky o Angiolillo?
¿Y a los no conocidos que han despreciado y desprecian al poder?
¿Qué nos hace sentir hermanados a los miles que sin acciones espectaculares rasguñan, rompen o fuerzan las cadenas?
Las miles de infamias que acumula este mundo son burladas, son puestas cara a cara y un orgullo indecible nos hace bullir la sangre cada vez que una persona libre las enfrenta.
Que no es suficiente no nos dice nada a nosotros, anárquicos que comprendemos los intentos que hacen los compañeros, mucho nos dice el cansancio del compa que vuelve a su casa después de pelear y ver que el monstruo sigue en pie.
Porque ser anarquista es intentarlo, pelear contra el poder en donde esté, derrotarlo muchas veces y volver a atacarlo mañana.
Así se logran las cosas grandes, así se logra todo.
Los textos que presentamos recogen las declaraciones de Ravachol y la de Émile Henry. El primero se convirtió en un símbolo, con su personalidad bondadosa y su valor, el segundo agudizó la polémica más que sobre el uso de la dinamita, el criterio de ciertas acciones violentas.
El primero se inmortalizó casi como un santo entre los rebeldes de su época, el segundo para muchos, como demonio.
Igual, no queremos mostrar las dos caras de nada, sino dos textos que hablan y se explican por sí solos.