Homo Ludens. Johan Huizinga

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Cuando se vio claro que la designación de homo sapiens no convenía tanto a nuestra especie comose había creído en un principio porque, a fin de cuentas, no somos tan razonables como gustaba de creer el siglo XVIII en su ingenuo optimismo, se le adjuntó la de homo faber. Pero este

nombre es todavía menos adecuado, porque podría aplicarse también a muchos animales el calificativo de faber. Ahora bien, lo que ocurre con el fabricar sucede con el jugar: muchos animales juegan. Sin embargo, me parece que el nombre de homo ludens, el hombre que juega, expresa una función tan esencial como la de fabricar, y merece, por lo tanto, ocupar su lugar junto al de homo faber.

Cuando examinamos hasta el fondo,en la medida de lo posible, el contenido de nuestras acciones, puede ocurrírsenos la idea de que todo el hacer del hombre no es más que un jugar. Quien se dé por

satisfecho con esta conclusión metafísica hará mejor en abandonar el libro. La vieja ilusión no es, sin embargo, objeción bastante que nos obligue a renunciar a la idea que considera al juego como un factor en todo lo que se da en el mundo. Hace tiempo que ha ido cuajando en mí la convicción de que la cultura humana brota del juego -como juego- y en él se desarrolla. Podrán encontrarse huellas de esta concepción en todos mis escritos a partir de 1903. En el año 1933 fueobjeto de esta idea mi discurso rectoral de Leyden Over de grenzen van spel en ernst in der cultuur (Haarlem, Tjeenk Willink Zoon 1933). Cuando reelaboré este ensayo para unas conferencias en Zurich y en Viena (1934) y, más tarde, para otra en Londres (1937), le puse como título Das Spielelement der

Kultur y The Play Element of Culture. En ambas ocasiones se me quiso cambiar las expresiones correspondientes por in der Kultur e in Culture, y las dos veces suprimí la preposición y restablecí el genitivo.

Porque no se trata, para mí, del lugar que al juego corresponda entre las demás manifestaciones de la cultura,sino en qué grado la cultura misma ofrece un carácter de juego. No me interesaba entonces, como no me interesa tampoco ahora, en este estudio más elaborado, articular el concepto

juego, si se me permite la expresión, en el concepto cultural.

En la presente obra el juego es concebido como fenómeno cultural y no, o por lo menos no en primer lugar, como función biológica. En ella se emplean los recursos del pensar científico- cultural. Se encontrará que, en la medida de lo posible, apenas hago uso de la interpretación psicológica del juego, sin escatimarle por ello importancia, y que tampoco aplico conceptos

y explicaciones etnológicos, aun en el caso en que me veo obligado a presentar hechos de esa especie, sino en medida muy limitada. Así, por ejemplo, no tropezará el lector más que una sola vez

con la expresión «mágico» y ni siquiera una con la de «mana» u otras parecidas. Si mi demostración tuviera que adoptar forma de tesis, una de ellas rezaría así: la etnología y las ciencias afines conceden poca importancia al concepto de juego. Al ofrecer mi libro al público me asalta el temor de que a pesar de todo el trabajo que me ha supuesto, vaya a ser considerado por muchos como una

improvisación con deficiente prueba.Pero el destino de un autor que se ocupa de problemas de la cultura supone que, en ocasiones, tiene que pisar terrenos que no conoce lo bastante. Pero era algo

imposible para mí llenar todas las lagunas científicas antes de escribirlo y me ha sido mucho más fácil respaldar cada detalle con una cita. La cuestión era ésta: escribir el libro ahora o no escribirlo nunca. Escribir acerca de algo que me era entrañable. Y me decidí a escribirlo.

J. Huizinga

Leyden, 15 de junio de 1938.