[Analisis] El voluntariado es parte del totalitarismo moderno
El título (del artículo) no ha sido puesto adrede para provocar. Simplemente procura ser descriptivo. Es la dominación ideológica de los patrones la que hace que el concepto del “voluntariado” parezca irrelevante al totalitarismo moderno que estamos viviendo (pero no lo concebimos como tal). Y esta dominación recibirá la ofensiva de este artículo.
La “materia prima”
El voluntariado es el trabajo no remunerado, ofrecido voluntariamente y sin coacción, para alcanzar algún fin de utilidad pública. Antes de comenzar nuestra crítica debemos reconocer que a menudo (en el mejor de los casos) el voluntariado está basado en sentimientos puros, o sea genuinos, pero sociales y solidarios. Es un sentimiento espontáneo que tienen los humanos, el cual les conduce a trabajar por la comunidad, crear por la comunidad, y practicar la solidaridad y la ayuda mutua. Todo eso existe, son cosas que aprendemos en la sociedad, entre otras. Al igual que sus antónimos.
Por lo tanto, hemos de distinguir esta “materia prima” del funcionamiento del voluntarismo para el Estado. No hace falta entrar en debates éticos sobre el trabajo voluntario y las personas que se dedican a él. Sólo hay que hablar con estas personas sobre esta faceta suya.
Voluntariado y Estado
Sería muy útil echar un vistazo a unos momentos del voluntariado de la historia de América, y al cómo fue promovido por el Estado para sustituir a unos aspectos (facetas) del Estado de bienestar (a continuación en el texto original en griego sigue el enlace de un texto. Se aclara que fue escrito por un marxista hace quince años, el “año del voluntariado” según la ONU). Y además porque en América se desarrolló toda esta cultura de las ONGs, de las comunidades de los pacientes, de los veteranos, y de identidades de todo tipo, que teniendo como punto de referencia alguna comunidad, llamaban a la gente a contribuir a alguna obra de utilidad pública.
No podríamos hablar del voluntariado en Grecia, si no hiciéramos una referencia al período de los Juegos Olímpicos. Creo que en aquel momento el Estado griego introdujo de forma masiva la cultura del trabajo no remunerado como oferta a un fin común. Se trata de un trabajo que equivalía a enormes beneficios para las empresas y el Estado. Fueron unos Juegos celebrados por el Capital privado en nombre del Estado (no queremos extendernos aquí a la función ideológica de los acontecimientos nacionales, deportivos y otros). En aquellos Juegos el Estado llamó a sus súbditos a servirlo por el bien de toda la comunidad de la nación (a cambio de unos pequeños favores, como unos puntos que cuentan para las pruebas de ingreso a puestos de trabajo en el sector público).
Desde entonces han pasado muchos años y han aparecido muchas ONGs que se supone que trabajan por el bien común. Propongo que veamos el movimiento de los indignados, así como las manifestaciones del año pasado, como una continuación del espíritu del voluntariado de los Juegos Olímpicos. Y eso porque son unos ejemplos ilustrativos de cómo los súbditos identifican sus intereses con los del Estado, y de como ellos mismos se identifican ideológica y existencialmente con él. Sienten que el Estado es suyo, que el Estado es de todos. Pero esto me recuerda a algo: “Es el Estado el que educa a los ciudadanos en las virtudes civiles, les infunde conciencia de su misión, los incita a la unidad; armoniza sus intereses en la justicia; lega las conquistas del pensamiento en las ciencias, en las artes, en el derecho, en la solidaridad humana”. En el mismo texto, un poco más abajo dice: “Su principio, inspiración central de la personalidad humana que vive en la comunidad civil, desciende hasta lo hondo y se anida en el corazón del hombre de acción como en el del pensador, en el del artista lo mismo que en el del sabio: alma del alma”. Son fragmentos de “La doctrina del fascismo” de Benito Mussolini.
Siguiendo la misma línea sobre el Estado, el año pasado el partido Syriza alcanzó algo muy importante (para los patrones): Hacer del Estado una entidad que lleva a cabo aún más todas las funciones de una sociedad (materiales y espirituales), de la cual todos constituimos componentes. Lo mismo diría Benito. Siguiendo esta línea Baltás, un marxista ortodoxo que no tiene la mínima relación con ideologías intransigentes, hizo un llamamiento “a los docentes voluntarios, desempleados o solidarios en general, a contribuir al esfuerzo por llenar las plazas vacantes y por hacer funcionar las escuelas normalmente”.
Dos características innovadoras
Lo que hace del voluntariado, sin embargo, un segmento más compacto del totalitarismo moderno, son dos características suyas que son innovadoras en comparación con otros trabajos. La primera es que presupone una cierta concepción sobre los problemas y las relaciones sociales que es llamado a resolver/satisfacer: La concepción de que estos son unos sucesos desafortunados, son cosas que por desgracia pasan, son algo como los desastres naturales que suceden sin que nadie tenga la culpa. Oculta, por consiguiente, la causa estructural de estos problemas: De la pobreza, de las personas sin techo, de la cuestión migratoria. Oculta el hecho de que estos problemas son el resultado causal de modo del que está organizada nuestra sociedad, y que el cambio de esta organización y el esfuerzo continuo y a largo plazo por este cambio es la única tarea que debería hacer cualquier voluntario que tenga estos sentimientos (y que no sólo reacciona de una manera efímera y sentimental): Esta es la diferencia entre la política y el “simplemente hago cosas para mí”. Como consecuencia de esto, el voluntarismo siempre crea (genera) una relación de Poder, una relación de dependencia, de sumisión, ya que se basa en los privilegios de los más ricos (ya sea ellos económicos o de tiempo libre), quienes ayudan a los pobres, haciendo invisible su explotación estructural.
Con respecto a la segunda característica, tengo que recurrir a un artículo de Schwab, en el cual se hace referencia a la necesidad de la reestructuración de las instituciones del Estado, así que afronte las necesidades modernas del Capital, y se concluye diciendo que para alcanzarlo, entre otras cosas “los gobiernos y las agencias reguladoras deberán mantener una íntima colaboración con las empresas y con la comunidad civil”. Justo este concepto del Estado, que el voluntarismo toma por sentado, requiere la sociedad de los ciudadanos. O sea, que el voluntariado sirve de una manera funcional y sobre todo ideológica al totalitarismo moderno, o sea el régimen autoritario que durante las últimas décadas está edificándose como uno de sus componentes imprescindibles.
¿Y el movimiento de solidaridad?
Aquí propongo analizar también el movimiento de voluntariado actual, de solidaridad y de apoyo a los inmigrantes y los refugiados, por parte de los súbditos. Hoy, que los mass media los llaman “irregulares” en vez de “inmigrantes clandestinos”, y condenan el comportamiento racista de los habitantes, y que el gobierno llama a la gente a ayudar. En gran medida, esta gran ola de apoyo a los refugiados (y no a los inmigrantes) es fruto y reflejo del funcionamiento espectacular del Estado, que dicta a sus súbditos como tienen que portarse. Es la continuación de la lógica de que “Todos somos el Estado” y por consiguiente parte integral del totalitarismo moderno.
Estoy escribiendo todo esto (deseando estar equivocado) para que no nos quedemos alucinados cuando desaparezca esta ola, y cuando regresemos al rostro más duro del totalitarismo: Las cabezas de cerdos dejadas por los fascistas en lugares donde viven inmigrantes, los tractores en los bloqueos de las carreteras, los pogromos, los comités de vecinos. Aunque lo más probable es que no regresemos nunca a este totalitarismo moderno. Lo más probable es que permanezcamos en este totalitarismo, que no aparece como tal, que permanezcamos en un Régimen en el cual el Estado aparecerá como medio y como objetivo, donde la sociedad será completada a través del Estado y el Estado será la encarnación de la sociedad: Lo contrario a lo que es cierto, o sea que el Estado siempre será la catástrofe de la sociedad, de lo común.
El voluntariado, o sea el trabajo no remunerado que no se opone y que no niega en la práctica la forma y el contenido del Estado, funciona como una parte integral de él.