[Análisis] ¿Debemos destruir Madrid como ciudad-marca?

Extraído de la publicación «Zarpazo«.

¿Debemos destruir Madrid como ciudad-marca?

Estado y capitalismo desarrollan diversos procesos de reajuste de las condiciones de dominación y explotación para asegurar su desarrollo y perduración en tiempo. Para ello, el sistema tiende a renovarse de manera continua, siempre buscando nuevos mercados sobre los que expandirse: el mercado inmobiliario, el desarrollo tecnológico, el turismo de masas, los grandes eventos, etc. Todo esto se materializa dando lugar a diversos proyectos de reformas de la ciudad e inversión en la misma con la promesa de generar riqueza, visitantes y puestos de trabajo. Este proceso, o más bien, su profundización y vuelta de tuerca, puede encuadrarse en la lógica mercantilizadora que busca convertir la ciudad en una mercancía que atraiga a inversor*s y continúe el ciclo de desarrollo. El Estado cumple un importante rol como agente promocionador de esa marca ,en el caso de Madrid –de forma paralela a otras metrópolis- es el Ayuntamiento el principal encargado de potenciar la imagen de la capital como destino privilegiado para los negocios y el turismo. En definitiva, el objetivo de este proyecto es dar una imagen de confianza para l*s inversor*s extranjer*s y, a su vez, proyectarse al exterior. Podemos rastrear estos procesos en las constantes campañas de promoción de Madrid, en la multitud y variada oferta de grandes eventos en centros de negocios como el IFEMA, la cultura-mercancía en festivales y espectáculos, grandes eventos capitalistas como el Orgullo –World Pride-, otros procesos especulativos en los barrios como la gentrificación, la conversión de los barrios del centro en grandes mercados de consumo y el turismo de masas o la creación de instituciones y oficinas que tienen precisamente el fin de promocionar la marca Madrid, como la apertura de la oficina «Madrid Investment Atraction», un espacio cuya función es dar facilidades a empresas extranjeras para que puedan establecerse en la capital. Todo ello, unido a la inversión en infraestructuras verdes para dar la imagen de ciudad ecológica –el capitalismo ahora es guay y progre-, tiene como objetivo generar esa imagen de ciudad festiva, abierta y eficiente que acoge a todo tipo de personas, eso sí, solo para l*s ric*s.

Estos procesos generan diversas consecuencias como la precarización de los puestos de trabajos (trabajos temporeros, peores condiciones laborales), la reconfiguración que experimentan los distintos barrios como las subidas de alquileres (un 25% en un año), grandes proyectos de remodelación urbana –pelotazos urbanísticos- como la Operación Chamartín, el empeño en que toda relación entre los habitantes este mediada por el consumo, con la proliferación y asentamiento de empresas multinacionales de comida rápida –y de mierda-, el asentamientos de los lobbys del juego y las casas de apuestas, el control social, la policialización de la vida cotidiana, el racismo, el acoso de las mafias inmobiliarias y en definitiva, procesos que acarrean encarecimiento de la vivienda y la vida en general terminando por desplazar a las personas con bajo poder adquisitivo para favorecer la llegada de personas con alto poder adquisitivo. La voracidad del capitalismo no tiene límites.

Como hemos mencionado anteriormente, esta dinámica se basa principalmente en generar confianza a l*s inversor*s por medio de la estabilidad económica y social, lo que ha dado lugar en Madrid a un incremento de la represión, como en el caso concreto de la persecución de los espacios okupados. La okupación es una herramienta de enfrentamiento contra el Estado y la idea de propiedad privada y se basa en una sencilla pauta: la expropiación directa de los bienes capitalistas y especuladores (edificios, viviendas…). Estos proyectos de lucha, autónomos de empresas e instituciones han sido puestos en jaque por la administración de Ahora Madrid, persiguiéndolos mediante la extorsión, ofreciendo dos opciones: la legalización, de manera que así puedan ser recuperados y pierdan su autonomía, o el desalojo. De forma paralela, los medios de comunicación y la clase política (en un buen ejemplo de consenso democrático entre partidos) realizan una vasta campaña para pervertir y demonizar la idea de la okupación, mientras empresas de matones operan amenazando distintos espacios okupados, como es el caso del CSOA LA GATONERA. Y es que carabanchel en particular, al igual que otros barrios obreros limítrofes con el centro de la ciudad, está en el punto de mira de la especulación capitalista.

La respuesta a la pregunta que da inicio a estas líneas es sencilla: sí, destruyamos Madrid. Destruyamos el Madrid de la especulación, el Madrid que se ofrece a inversores que quieran precarizar nuestras ya de por si precarias condiciones de vida; destruyamos el Madrid de Ahora Madrid y la clase política y su hipócrita fachada izquierdista. Destruyamos el Madrid de la democracia, del voto, el consenso y la paz social. Destruyamos el Madrid de la videovigilancia, la seguridad, y la policía, destruyamos los proyectos de construir un Madrid eficiente, pacificado y ordenado para uso y disfrute de l*s ric*s. Destruyamos todo cuanto nos explota y domina. Y como el marco de esta explotación y dominación es la ciudad, –donde se nos hacina, desaloja, desahucia y desplaza a su antojo y encima nos obligan a pagar por ello- destruyamos la ciudad y el sistema que la necesita.

«Para los anarquistas no puede haber una posibilidad de gestión “alternativa”, ni siquiera una intermediaria. El desarrollo capitalista nos pone frente a la imposibilidad objetiva de la reforma y la imposibilidad de un proyecto de autogestión de las ciudades. La única administración posible es la dirigida por el estado, que concentra cada vez más en los grandes complejos urbanos: información sobre el cerebro, oficinas, cuarteles, símbolos, instituciones, logística y corazón administrativo. Las ciudades, y por lo tanto también las metrópolis, son por su “naturaleza” la teoría aplicada del poder constituido. Son la mismísima fenomenología del capitalismo.»  Vetriolo  nº1 otoño 2017, publicación anarquista.